Si te soy sincero, no tenía ni idea de tu existencia, de tu nombre ni de tu oficio. Suele ser algo común como bien debes saber. O eso me parece que es.
Fue ayer cuando, parece ser, que te fuiste. Dónde quiera que vayan los buenos (persisto en el masculino como género globalizador, ea, y ‘per saecula saeculorum ‘ por lo que me huelo). Y tu eres – o eras – algo bueno.
Al menos son las nuevas que sé de ti -perdona el tuteo sin presentación previa, por favor- desde ayer mismo: En un receso de guardia de esas ‘del todo a cien’ que compartí con una exquisita compañera que de ti me habló. Desde un desvencijado sillón aprovechado para algún que otro descanso que los ‘jefecillos’ de ahora y de siempre consideraran como una especie gratificación y deferencia con el pringadillo (y pringadilla , ahora si) de turno.
Me contó Laura varias cosas y anécdotas sobre ti. ¡Es sensacional esa doctora!
Que eras un magnifico pediatra. Que fuiste futbolista del “Alba” – o eso entendí – y que (oh…eso me encantó) todos los niños (y niñas) te adoraban. Les hacías reír. ¡Reír…ni más ni menos !
Con tus actuaciones inventadas, dignas hijas de tu inconmensurable imaginación para provocar esa risa sana que todo niño asoma sin siquiera darse cuenta. Risa y más risa en un encarcelamiento doloroso y siempre entremezclado con esa esperanza que – dicen- jamás debe perderse y tu fomentabas.
Una especie de maravilloso payaso ‘sin ánimo de lucro’ que vivía y hacía por y para esos, tus niños (y niñas) rociados de dolor, calvicie y…ternura…inmensa ternura que tu te encargabas de regar en todo momento que te resultase preciso. Y sin ser preciso, también.
Si te soy sincero, me has impresionado. En serio. Como te lo estoy contando. ¡Y mira que ya soy difícil de impresionar, casi por nada!
Estimado y total desconocido. He visto fotos tuyas en periódicos locales. Joven, chirriantemente joven. Una sonrisa natural donde las haya, de haberlas. Nada de poses fotográficas para la ocasión. Y con una bola roja, grande y redonda insertada en tu nariz. Tu nariz de bufón para arrancar una sonrisa a esos niños (y niñas) que no dejaron -según me cuentan – de ser la verdadera ilusión de tu vida, hoy que tan corta se me hace.
Bien, pues solo me queda desear que tal propensión a la bondad que irradiabas desde tus más íntimas entrañas, no se eche a perder. Que crezca con el riego que día a día – según me cuentan – echabas tú a esos niños y niñas que te están esperando para adelgazar tanto rocío de dolor, engordando ‘con un mucho de poco’ todas las esperanzas que tanto les regalabas.
Estimado desconocido. Estimado compañero. Creo que se están recogiendo firmas para que el hospital general universitario de este pueblo lleve tu nombre en agradecimiento a tanta ternura regalada.
Doctor Cepillo tengo entendido.
“Capitán optimista”.
Si de algo sirviere, aquí abajo (o arriba, que no me acuerdo) tienes la mía.
Se te ve precioso en esa fotografía de sonrisa franca y nariz gorda y roja.
Mi admiración más profunda. Mi estimado amigo y compañero desconocido
Y…gracias por todo lo que has significado y significarás.
Firma invitada: Francisco R. Breijo-Márquez. Doctor en Medicina. Full Professorship of Clinical and Experimental Cardiology at East Boston Hospital, Boston. Massachusetts. (On voluntary leave, currently)
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