Tras la manifestación vivida en Madrid este pasado 31 de marzo y después de leer mucho de lo aparecido durante esta semana en los medios, quiero exponer que, cuando hablamos del problema rural, a veces parece que nos estemos enfrentando a un callejón sin salida, a un nudo gordiano imposible de deshacer.
Yo, por mi parte, creo que sí tiene solución. Sé que es cierto que hay multitud de causas que nos han llevado a esta situación. Causas que han sido ampliamente estudiadas y explicadas en mil foros y debates sin que, realmente hasta ahora, se haya logrado encontrar la vacuna definitiva que revierta esta sangría de gentes y que, si no ponemos remedio, nos llevará más pronto que tarde a ver como muchos de nuestros pueblos desaparecen.
En estos debates se nos plantean diversas soluciones: Internet y banda ancha, deslocalizar instituciones de las grandes urbes e instalarlas en los pueblos, beneficios fiscales… etc.
Pienso que, sin implementar ayudas para nuestras comarcas y pueblos, difícilmente se va a lograr salir de un problema que se ha generado gracias a los servicios que recibían las grandes urbes en detrimento de los pequeños municipios. También creo que la muerte lenta que está acabando con nosotros es, en parte, debida a la inacción de las personas que vivimos en estos pueblos y que suele ser uno de los grandes factores que nunca se menciona en estos foros.
Una inacción que podríamos achacar a muchos de sus ayuntamientos y a sus alcaldes; a veces porque a los mismos les falta información para llevar a cabo su labor, otras debido a una dejadez y desgana por buscar soluciones prácticas o, finalmente, y siendo esto mucho más grave, por rencillas sin sentido de quitar a un alcalde solamente por el hecho de ser de una familia que no le cae bien a otra, independientemente de la valía real del que luego se vaya a poner al frente del consistorio. (Un problema que además es promovido, en gran medida, por los propios partidos políticos para conseguir el poder, sin que realmente les importen mucho las ideas de quien ponen o si al final el pueblo saldrá mejor o peor parado con su apoyo a tal o cual candidato).
Pero si queremos pedir culpables, habrá que buscar también una última responsabilidad, una que recaiga en todos esos vecinos que los sábados o cualquier otro día, salen de sus pueblos con sus coches en busca de ocio, pero que no son capaces de gastar una mañana como la de este pasado fin de semana en ir a Madrid para defender su tierra. También de los que tan sólo saben quejarse en las barras de los pocos bares que aún hay abiertos en sus pueblos, esperando que el maná caiga del cielo a sus municipios pero que luego no ponen nada de su parte para luchar por el mismo. Y por último, responsabilidad de los que votan cada cuatro años, pero luego no se preocupan por lo que ocurre dentro de sus ayuntamientos. De todos esos, también es la culpa.
Con estas palabras quiero decir que, aunque debamos de exigir del Estado que a nuestros pueblos se les ayude a salir del problema que el mismo Estado generó y que nuestros vecinos puedan gozar de los mismos derechos de los que goza cualquier persona que vive en una ciudad, tal y como dice la Constitución Española, somos los que estamos aquí los que debemos de luchar para que nuestros pueblos tengan un futuro, trabajando e implicándonos para buscar soluciones y poder superar la despoblación que atenaza nuestras comarcas.
Decía John F. Kennedy: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. Si queremos que nuestros pueblos no desaparezcan tendremos que aprender a practicar este axioma. La manifestación del 31M, sólo fue el primer paso de una senda muy larga en la que habrá que ver quien quiere recorrerla, quien poner trabas al camino o quien, simplemente, prefiere quedarse quieto mientras ve como su pueblo se muere.
Lo dicho al principio… ¿Andamos?
Nieves Choclán Hernández. Integrante de la sección conquense de la Asociación para el Desarrollo de la Serranía Celtibérica.
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