Carnavales de Guadalajara: Vaquillones, Diablos, Mascaritas, Botargas, el tío Alhiguí…
La fecha en la que tiene lugar el Carnaval, varía al estar en relación con el comienzo de la Cuaresma y, por tanto, de la Semana Santa pero coincidiendo con los días que transcurren desde fines de febrero, a primeros de marzo.
Carnaval
En el libro de Consolación González Casarrubios, “Fiestas Populares en Castilla-La Mancha”, se lee que han sido muy usados los términos carnal, o periodo en que se puede comer carne, carnestolendas o período en que debe dejarse de comer carne, carnestoltes o periodo en que la carne se ha dejado, antruejo y algunos otros. Todas estas denominaciones, en definitiva, se refieren al periodo anterior al ayuno que precede a la Cuaresma.
Hoy día, la palabra más usada es la de Carnaval que aparece, por primera vez, en el Diccionario de Antonio de Nebrija en 1492. Durante los siglos XIV, XV y XVI, se utiliza normalmente la palabra carnal, según afirmaciones del Arcipreste de Hita como oposición a la Cuaresma. Respecto a la fecha propiamente dicha para el comienzo del Carnaval, la más extendida es la de los tres días que proceden al miércoles de ceniza. No obstante, estas fechas varían ya que en algunos lugares se considera, época de carnaval, los días de la Navidad o, bien, los quince días anteriores al domingo de carnaval, o desde el domingo de quincuagésima, o, simplemente, el martes de carnaval.
La celebración de los carnavales, como es sabido, sufrió un grave deterioro en toda la geografía española llegándose casi a perder, tras la guerra civil, por las prohibiciones que se llevaron a cabo. No obstante, en diversos lugares, y de forma solapada, se conservó al menos una parte de él.
Los Vaquillones
Para este sábado, día 1, en Jadraque, como anticipo del carnaval, los jubilados celebran la festividad de su patrón, el Santo Ángel con procesión, comida de Hermandad, baile y merienda. Todo ello movido por la Asociación de Jubilados que arrancó hace 45 años con el fin de ofrecer alternativas a los mayores de la comarca y, ya, metidos en faena, en Luzaga, mañana por la tarde, sale la Vaquilla recorriendo el pueblo en forma de pasacalles, rompiendo la tranquilidad del lugar con el sonar de los cencerros mientras que, el Diablo, esparce la paja que porta en sus alforjas por las calles como símbolo de fertilidad y de prosperidad. También se hacen visitas por las casas para animar una jornada que, antiguamente, se acompañaba de los músicos hasta la hora de unir a todas las gentes en una cena de hermandad.
En Riba de Saelices, antiguamente, era la tarde del domingo de Carnaval cuando tenía lugar el baile al que acudían disfrazados de máscaras. El martes de Carnaval era el día grande: por la tarde, salía la ronda desde la plaza para recorrer el pueblo. Al mismo tiempo salían las Máscaras, con la cara oculta y dientes de patata. En un momento dado aparecía la Vaquilla con la «Cencerrá», grupo de enmascarados con grandes cencerros atados a la cintura que causaban gran estruendo y una vara. La Vaquilla se colocaba, en la parte de atrás, una manta de pastor (a modo de culo) para que los jóvenes la pinchasen. Corría por las calles embistiendo a todo aquel que se pusiera delante y, finalmente, entraba en el baile armando gran alboroto. Actualmente la fiesta se ha trasladado al sábado de Carnaval para mejorar la afluencia de público.
Durante el Carnaval se produce la transformación de roles. Los ricos se convierten en pobres y, los pobres, en ricos, asegura José Antonio Alonso. “Y dentro de estos cambios se encuentra la mutación de personas en animales, que es lo que son los vaquillones”, explica, en relación con la importancia que tiene la ganadería en la economía rural de la provincia.
En Condemios de Arriba se disfruta del carnaval gracias a la salida de la vaquilla. Un personaje que salía de entre los mozos del pueblo con un sombrero negro, una máscara o careta adornada con pelo de jabalí o tiznada de negro, una camisa y unos calzones blancos y polainas.
Además, la vaquilla portaba unas amugas (algo que, como veremos, es de uso tradicional). En la parte delantera se distinguían unos cuernos mientras que, en la trasera, se colocaban unas «zumbas» o cencerros. Una indumentaria que todavía hoy se conserva como llevar las manos impregnadas de hollín para manchar a los vecinos que no vayan disfrazados.
Qué ver en Condemios de Arriba.
-El conjunto urbano dentro de la Arquitectura Negra de Guadalajara. Entre las que se conservan en el pueblo destacan el horno, la fragua y los cerraderos de ganado. – La iglesia de San Vicente, hecha en mampostería y portada de sillares y arco de medio punto. Dentro conserva varios retablos barrocos de los siglos XVII y XVIII.
-A las afueras encontramos un paraje natural declarado Zona de Especial Protección, el Arroyo Pelagallinas. Se llama así porque sus aguas están muy frías.
En Robledillo de Mohernando salen los Vaquillones a la calle con motivo del Carnaval. Son personas vestidas completamente de saco (cara y cuerpo) que portan sobre los hombros unas amugas con cuernos y cencerros aunque, antiguamente, llevaban sobre su espalda pieles de animales. Su misión principal consiste en topar a los concurrentes el sábado de Carnaval para animar la fiesta. De entre todo este colorido e intrigante faunario, quizás una de las partes más llamativas sea la que corresponde a los vaquillones, personajes zoomorfos mitad hombre mitad res, que persiguen a mozos y mozas el sábado de carnaval en diversos pueblos en los que el aspecto del personaje puede variar. De esa guisa, estos simpáticos personajes se dedican a increpar a chicos y grandes repitiendo con todo aquel que se encuentran a su paso la misma liturgia irreverente y jocosa que cada año se vuelve a dar.
Qué ver en Robledillo
Robledillo de Mohermando, desde la época de la Reconquista, en el siglo XI, perteneció a la jurisdicción de Mohernando, y como él fue propiedad de la Orden Militar de Santiago.
Su iglesia parroquial, dedicada a N. Sr. de la Piedad, del siglo XVI, de tres naves con artesonado de madera y hermosas forjas.
De interés también, la ermita de la Soledad y, en los alrededores del término, entre Robledillo y Mohernando, podemos observar la ermita de la Virgen de Valdelagua.
En Villares de Jadraque salen el sábado de carnaval rompiendo el silencio con los numerosos cencerros que cuelgan de las amugas o angarillas que llevan sobre sus hombros, rematando ,el otro extremo de esta herramienta agrícola, con grandes cuernos de vaca. La tela de arpillera que cubre su rostro les da un aspecto siniestro, de hombres sin rostro, que el sombrero de paja potencia más aún si cabe, el pantalón negro y el mantón de rojo y grueso paño llamado «cobertón» que les da un vistoso aspecto entre las pardas casas del pueblo.
Estos vaquillones van en grupo y se dedican a perseguir con pitidos y bufidos a mozas y chiquillos el sábado de carnaval; este mismo día se disfrazan otros personajes típicos en el pueblo llamados «zorramangos»: algún vaquillón no uniformado, hombres de paja, el dientes de patata (especie de vampiro tiznado de hollín como los diablos de Luzón)… en fin, personajes bastante típicos en los años 50 del pasado siglo, muy cercanos a la cultura agrícola y ganadera de nuestra tierra y que nos dan idea de la maravillosa inventiva de nuestros antepasados.
Qué ver en Villares de Jadraque
La arquitectura popular.
La iglesia, del siglo XVI, ampliada sobre otra de origen románico del siglo XII.
La fuente de la plaza
En su término quedan explotaciones abandonadas de minas de plata
Dos personajes enmascarados salen en Zarzuela de Jadraque: la Vaquilla y el Barrendero. Antiguamente, los mozos, debían quitar la Vaquilla a quien la portaba para hacer sonar los cencerros pero, actualmente, la Vaquilla embiste a quien encuentra a su paso mientras el Barrendero se encarga de espantar al que se acerque a su compañera.
La tarde del sábado de Carnaval, los Diablos de Luzón saltan por las calles y plazas portando enormes cuernos sobre la cabeza y grandes cencerros atados a su cintura que no cesan de sonar. Vestidos completamente de negro, se pintan la cara y los brazos del mismo color.
En la boca sostienen un trozo de patata -a modo de grandes dientes- ofreciendo un aspecto terrorífico. Al son de las dulzainas, recorren el pueblo mientras asustan y persiguen a todos los asistentes para mancharles con su hollín (aceite y ceniza) del que solo se salvarán las Mascaritas que les acompañan deambulando por el pueblo en silencio, ataviadas con indumentaria tradicional femenina y ocultando su rostro con un trapo blanco para evitar ser reconocidas.
En Salmerón, lindando con la provincia de Cuenca, las Mascaritas y el Tío Alhiguí protagonizan la tarde del sábado de Carnaval tomando las calles con sus trajes tradicionales y los cestos llenos de confeti que esparcen por el pueblo como símbolo de fertilidad. Les acompaña, también enmascarado, el Tío Alhiguí, que porta un palo con una cuerda de cuyo extremo pende un higo que hace volar frente a los asistentes al ritmo de la frase «Al alhiguí, al alhiguí, con la mano, no, con la boca, sí». Así que, quien quiera cogerlo, tendrá que hacerlo pero con la boca. Un personaje que hemos visto por otros lugares de Castilla La Mancha.
Al anochecer, todas las Mascaritas, y el Tío Alhiguí ,se reúnen en la singular plaza castellana triangular con soportales del pueblo y, alrededor de una gran hoguera, dan cuenta de las viandas recogidas durante la jornada.
Almiruete
Las máscaras son uno de los símbolos más característicos del carnaval que representan motivos campestres y pastoriles. Llegada la fiesta, las Botargas, ataviadas con polainas, cencerros, abarcas, garrote y sombreros de diverso colorido se aproximan al pueblo para entrar en él haciendo sonar sus cencerros y, en un momento dado, recoger a las Mascaritas que salen de una de las casas del pueblo.
Muchas son las curiosidades que rodean la celebración del Carnaval, pero quizá la que más llama la atención son las máscaras de las botargas, hechas a mano con los más variopintos materiales sobre una base de cartón que pueden admirarse en el Museo de la Botarga de Almiruete.
El Sábado de Carnaval, a partir de las tres de la tarde, las botargas se reunirán en un lugar secreto junto a alguno de los cerros que rodean el pueblo que, sólo ellos, y quienes les ayudan a vestirse conocen. A nadie más le está permitido acercarse en una celebración que, sin duda, es de las más singulares de la provincia de Guadalajara con la participación de los mozos (Botargas), que visten ropa blanca, una máscara muy llamativa, cintas negras y una cuerda como cinturón de la que cuelgan varios cencerros, y de las mozas (Mascaritas) que llevan sombrero, ropa blanca, un mantón negro y una falda con decoración floral.
Poco antes de las cuatro de la tarde, al toque de cuerno, bajan los Botargas, escoltados por pastores veteranos, haciendo sonar sus cencerros y, tras pasar por la plaza y dar unas vueltas a Almiruete, los mozos van buscando a las Mascaritas que esperan ocultas en una de las casas del pueblo.
Después del encuentro, se emparejan Botargas y Mascaritas y, juntos, desfilan por Almiruete lanzando confeti y pelusa de junco en un ritual relacionado con la fertilidad hasta llegar a la iglesia en que Botargas y Mascaritas se quitan las máscaras, se reparte vino entre los visitantes y comienzan los bailes populares de este Carnaval.
Romanones. El Tío Tararuna y el Toro de Carnaval
Romanones es un pequeño pueblo de poco más de 100 habitantes, con unas sorprendentes cuevas de origen árabe, la casona del siglo XVIII, la Casa Solariega de los Figueroa y su Iglesia de San Pedro del siglo XVII, sin olvidar el Mirador del Pico Grande y fiestas de interés como la que nos ocupa este fin de semana: el tío Tararura y el Toro de Carnaval: un personaje que viste una especie de túnica de color negro, portando una especie de angarillas, de estructura de madera, en la que han colocado dos cuernos y, en la parte trasera, un rabo de toro. Dicen de todo esto que, antiguamente, los chavales lo toreaban en la plaza simulando una capea en la que, tras darle muerte al animal de manera ficticia, lo trasladaban a las tabernas del pueblo en las que, con vino, se le volvía a resucitar iniciando, otra vez, la misma faena.
El Tío Tararura viste de forma andrajosa y recuerda a otros personajes de carnavales desaparecidos que llevan la cabeza cubierta por una especie de tela de saco. La cabeza la cubre con un gorro gabán, va armado con un garrote y, en la otra mano, lleva un saco con el que aterroriza a los más pequeños por aquello del hombre del saco.
Como en tantas otras ocasiones, al menos antes, el Tío Tararura, una vez encontrada la ocasión, se caía de manera intencionada levantando faldas o para formar una algarabía.
Se trata de dos personajes que habían desaparecido hace muchísimo tiempo y que la gente mayor ni recordaba. Estudiosos o amantes de la tradición, como Javier de Luz, encontraron datos en los Cuadernos de Tecnología de Guadalajara, en concreto en el número siete, en el que se puede adivinar de qué forma iban.
Qué ver en Romanones
Las cuevas utilizadas para guardar el vino. Constan de entrada con arco y bóveda apuntada en rampa hacia el subsuelo. En el interior galerías y hornacinas para tinajas. Son de origen árabe y, en su estado actual, bajomedievales. También existen algunas casonas de interés del siglo XVIII.
Quedan más opciones para este fin de semana como las Fiestas del Gallo en Hita que contarán con el tradicional carnaval infantil, eventos gastronómicos y musicales y, para el domingo, la tradicional paella y una muestra de folklore a cargo de la Diputación Provincial y, si hay tiempo, pues la opción es acercarse a Sacedón para disfrutar del concurso de disfraces y del embalse de Entrepeñas que, está, tremendo.
¿Algunas más?, pues Ribarredonda y su vaquilla del domingo o Villaseca de Uceda y, como en Jadraque, la celebración de su Santo Ángel de la Guarda, “dulce compañía, no me desampares de noche ni de día” como enseñaron nuestros padres a algunos de nosotros.