En la mañana de ayer, tenía lugar la Misa y Procesión de San Vicente, patrono de Sigüenza. La ofició el obispo de la diócesis, Atilano Rodríguez. Acompañando a la corporación Municipal, encabezada por María Jesús Merino, alcaldesa de Sigüenza, estuvieron el diputado provincial Ramiro Adrián, y el viceconsejero de Desarrollo Sostenible, Fernando Marchán.
Y por la tarde, a las 19:30 horas, comenzaba el Certamen de Dulzaina José María Canfrán. Llegó, en 2020, a su XXXIII Edición. Honra la memoria de este gaitero eterno, pero también la contribución de su redoblante eterno, Carlos Blasco, al que aún se puede ver en activo, y que, naturalmente, ayer estuvo presente en el acto. Los dos comenzaron en 1986 de manera autodidacta y desinteresada, a recuperar la dulzaina en Guadalajara, cuando sólo era un vago recuerdo entre los mayores, y unas notas al aire, que llegaban a Sigüenza desde el Burgo de Osma por San Vicente.
En el Certamen, uno de los más antiguos de España, actuaron cuatro magníficas agrupaciones, que en la presente edición han sido de lo más variopinto, y por lo tanto, enriquecedor. Además, los dulzaineros de Sigüenza entregaron su insignia, obra del artesano Mariano Canfrán, hermano de José Maria, e igualmente gran baluarte de la cultura seguntina, al maestro guitarrero José Luis Romanillos y a su esposa, Marian Harris. Lamentablemente, Romanillos atraviesa un bache de salud, y está hospitalizado. Recogió la insignia, un amigo de la familia, Felipe Sanz. El maestro Romanillos es uno de los constructores de guitarras más reconocidos del mundo. Con orígenes en la cercana localidad de Madrigal, cerca de Atienza, está afincado en Guijosa, desde el año 1995. Ambos son el alma mater de la Asociación de Violería y Organología Instrumental Romanillos-Harris, que programa periódicamente interesantes ciclos musicales en la ciudad, y ambos son, igualmente, los valedores del Centro de la Vihuela de Mano y la Guitarra que se puede visitar en la Casa del Doncel de Sigüenza, con piezas de un valor histórico incalculable, así como su correspondiente centro de interpretación.
Después de que el concejal de Turismo, José Antonio Arranz, introdujera el XXXIII, glosando la figura del gran José María Canfrán, actuaron, en primer lugar, los Dulzaineros de la Cofradía. Cada año, por san Vicente, la Hermandad del Santo contrata para la fiesta a una formación segoviana, compuesta, después de la despedida el año pasado de otro grande de la música tradicional, como es Pablo Zamarrón, por María del Carmen Riesgo, Alfredo Ramos, Juanjo Sanz y Javier Manrique. Herederos de la tradición de su tierra, Riesgo y Ramos son profesores de una gran cantera de jóvenes segovianos. Alfredo Ramos, que coincidió con Canfrán, se mostraba “encantados de seguir la tradición y de participar, un año más, en el festival de dulzaina”. Para el gaitero de Cuéllar, “es fundamental que en cada lugar, cada comarca, cada pueblo, cada provincia, recordemos a los músicos tradicionales que ha habido, de los que hemos aprendido, de los que hemos recibido su maestría y su saber hacer”. Los gaiteros segovianos dieron pie al certamen con dos piezas tradicionales de su provincia, una mudanza y la Jota de Valbuena.
A continuación, actuó el grupo Tradición Villa Vallelado, también de Segovia, magnífico representante de la nueva generación de dulzaineros de la provincia vecina y hermana. Esta joven, pero dinámica formación, está integrada por alumnos de la escuela municipal Cecilio de Benito, en Cuéllar. Ayer, debutaron en Sigüenza Carlos Albertos y Daniel, de sólo 19 años cada uno. “Es un gran honor para nosotros que nuestro segundo certamen de dulzaina sea éste”, valoraba anoche Carlos. Aficionados a la gaita por su padre y por su abuelo, respectivamente, en El Pósito mostraron su pasión por la música tradicional, y la transmitieron, disfrutando de cada toque y contagiando su entusiasmo al público seguntino. Su actuación se basó en el repertorio tradicional de Segovia. Hicieron entradillas, seguidillas, fandangos, jotas, un corrido y unas arras verdes.
Carreru & Blanco es un dúo asturiano que forman el gaitero Pablo Carrera, y el acordeonista y percusionista David Valera Blanco. Acompañados por dos músicos tradicionales, mostraron en El Pósito el folklore popular de su tierra, y su buen humor. Ayer en formato de “bandina”, explicaba Valera, repasaron algunos clásicos de su tierra. Con la gaita, tambor, acordeón diatónico, “que no atómico”, se encargó de aclarar el músico, y bombo, la formación interpreta la música que se podía escuchar en cualquier lugar de Asturias a principios del siglo XX, en fiestas y romerías, “cuando empezó a surgir el repertorio de bailables, como pasodobles, mazurcas o polcas, a lo ‘agarrao’, propiciado por el sonido de acordeones y clarinetes y también algo mal visto, por motivos obvios, por el clero”, añadía. Los asturianos hicieron algún guiño a los instrumentos de percusión tradicional, como la pandereta, las cucharas o las castañuelas en el concierto. Y, a solicitud de público y organización, hicieron el ‘Asturias, patria querida’.
Antonio de Huelva cerró el certamen. Reconocido amante y defensor de las tradiciones orales musicales de la provincia de Huelva, es un revolucionario en el mundo de la flauta y el tamboril, así como de otros instrumentos perdidos y silenciados que recupera y transmite a sus alumnos, pues es, probablemente el profesor de música tradicional más reconocido de su provincia. Cuenta con ocho trabajos discográficos y un sinfín de colaboraciones con artistas del panorama musical del mundo del flamenco y del folclore nacional y es, nada menos, que el tamborilero oficial de la Hermandad del Rocío de Huelva, presidente de la Asociación de Tamborileros de Andalucía y director de la Asociación Cultural de Folclore Zéjel. “En Huelva, además del flamenco, tenemos también música tradicional. De las ocho provincias andaluzas, la nuestra es la que atesora más folclore, porque si algo de bueno tienen las malas comunicaciones e infraestructuras, es que la música se ha quedado”, decía ayer Antonio. Además, esos sones andaluces se han visto favorecidos por la riqueza cultural de ser Huelva el final de la Ruta de la Plata, por su situación geográfica, colindando con Extremadura y también con Portugal. Ayer, en El Pósito, hicieron seguidillas, “la madre de las sevillanas”, algo de flamenco, unido a cantos tradicionales onubenses, rogativas, y cantos de columpios, de los que Camarón sacó su famosa ‘Leyenda del tiempo’”, como explicó anoche al público el músico onubense, además de tocar instrumentos pastoriles, olvidados, de reminiscencias árabes.
El XXXIII Certamen José María Canfrán lo ha organizado la Escuela de Dulzaina y Tamboril de Sigüenza, contando con el patrocinio del Ayuntamiento de Sigüenza, y la colaboración de Mariano Canfrán.
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