¿ Este fin de semana en Guadalajara?, a la Carrera del Cabro en Membrillera
Membrillera
Su origen data de la repoblación del siglo XII. Dos pequeños lugares, San Pedro de Castillo y Condemios de Bornova, se unieron en el siglo XIII para dar lugar al actual enclave de Membrillera que, desde entonces, se asienta en una suave pendiente que vierte aguas al Bornova. La larga meseta llamada, las Mesas, presenta una zona de transición entre la Campiña y la Alcarria hacia la Serranía que se vislumbra tras la presa de Alcorlo.
¿Una pega?, pues la proliferación de nuevos edificios en el pueblo que ha supuesto la práctica desaparición de la arquitectura autóctona aunque, el visitante, tiene la oportunidad de visitar una casa tradicional, convertida en museo, por iniciativa popular, que intenta que no se pierda del todo esa forma de vida.
¿Qué ver? Pues su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Blanca, construida entre los siglos XVIII y XIX, costeada por el pueblo. La vieja iglesia se desplomó el 25 diciembre de 1.787 y, todavía en pie, a visitar la ermita de la Soledad que data del año 1571.
La Carrera del Cabro
Es una fiesta recuperada en 1998, siguiendo casi, al pie de la letra, los esquemas de aquella otra de los años cincuenta o sesenta al tratarse de una fiesta de mozos.
Para ello, en la actualidad, se necesita conseguir un macho cabrío al que vestirán según marca la tradición y, si me lo permiten, como si de un caballo se tratara porque tanto a uno, como al otro, lo enjaezan poniéndole un collar de cencerros, mantilla bordada, borla de colores, cintas y un espejo en la frente. Tras tirar tres petardos, el mozo elegido para hacer el papel de Alcalde, se dirige con el cabro a la plaza y, antes de soltarlo, pasa lista de los mozos que participarán en la fiesta.
Allí mismo, se suelta el cabro entre la algarabía de los niños que salen precipitadamente corriendo tras él mientras, la rondalla de Membrillera, anima la fiesta interpretando jotas que, para sorpresa del visitante, son “aragonesas”. Tras varias carreras, se obliga al cabro a dirigirse a la plaza donde terminará su carrera.
Antiguamente se le sacrificaba para hacer una caldereta pero, en la actualidad, el alcalde pide riguroso respeto para el animal y se le guarda celosamente para devolverle a su ganado.
A última hora de la tarde, se juntan los mozos de nuevo, en la plaza, para comerse una caldereta no sin antes dibujar, en el suelo, una línea en círculo, en cuyo exterior se colocan los comensales provistos de su tenedor y su cuchara. El alcalde multará monetariamente (para subvencionar la fiesta) al mozo que pise la raya, hable sin pedir permiso o cualquier otra «falta de respeto».
A una orden del alcalde se da comienzo por riguroso orden a degustar la tradicional caldereta, comenzando en primer lugar el propio alcalde y luego los concejales. El alcalde mandará al orden, indicando «blanca» para que coman patatas o «negra» para coger carne. Se sigue el ritual entre bromas y multas, con la alegre compañía de la rondalla.
Se trata de una fiesta de Interés Turístico Provincial que, genéricamente, recuerda a otras muchas relacionadas con los mozos dentro y fuera de la zona geográfica de Guadalajara porque, cosas similares, lo de multar a la orden de un alcalde, las hemos visto en Almedina (Ciudad Real) y, dentro de Guadalajara, solo hay que acercarse a La Caballada en la que se multa a los seises con libras de cera por una falta cometida.
José Ramón López de los Mozos tiene un estudio de esta fiesta, La Carrera del Cabro, identificándola o emparentándola con fiestas de mozos: las fiestas de mozos coinciden con lo que podríamos llamar un cambio de estado de la adolescencia a la madurez. Sus protagonistas son los muchachos que han llegado a la edad de enfrentarse con circunstancias vitales que les habrán de convertir en responsables de su propio futuro o que les habrán de alterar los hábitos infantiles entre los cuales ha discurrido su vida. Estas circunstancias se han reducido, hasta ahora, a una por la que, en teoría, debían pasar todos los miembros masculinos del colectivo: el servicio militar, sólo sustituible por la carrera eclesiástica o por el matrimonio. Esa transformación equivale a lo que en las sociedades primitivas suponía el rito de paso que exigía un proceso iniciático que prepararía a esos adolescentes para asumir las responsabilidades de la edad adulta.