En la conmemoración del 850 Aniversario de la Consagración de la Catedral, la Santa Sede concedió a la diócesis de Sigüenza-Guadalajara la celebración de un Jubileo, peregrinando a su catedral. El Museo Diocesano, coincidiendo con su quincuagésimo aniversario, se sumaba a la efeméride proponiendo la exposición Fortis Seguntina, para ayudar a peregrinos y visitantes en la comprensión de su historia.
La exposición se desarrolla en tres momentos progresivos, como progresiva fue su construcción. En estas tres etapas fundamentales, su fábrica fue quedando asumida y reintegrada por cada nueva fase, hasta conformar el edificio actual. Cada una de ellas queda circunscrita a una altura determinada. La exposición ayuda al visitante a descubrirla visualmente y a que pueda descifrar, así, las cicatrices pétreas que, aún hoy, se observan en los muros de la catedral.
Para realizar este propósito, Fortis Seguntina recrea diferentes momentos de la construcción otras tantas maquetas que recogen el resultado de cada una de estas tres etapas sucesivas. Las maquetas son, a su vez, el resultado del examen y estudio del monumento, en sí mismo, y de la documentación que posee el archivo de la catedral, al respecto. Cada fase de la construcción y las piezas documentales y artísticas que la acompañan, están gráficamente identificadas para ubicar históricamente en todo momento al visitante.
Así pues, se concluye el año jubilar de la Catedral, en 2019, con la tercera y última parte de esta exposición progresiva, que cuenta la evolución constructiva de la catedral de Sigüenza. Su correspondiente maqueta ilustra la catedral terminada ya a finales del siglo XVIII. La acompañan, como en las dos ediciones anteriores, piezas de este período poco conocidas de la catedral seguntina, así como los documentos del archivo catedralicio que sustentan los datos históricos. Junto a ello, también hay algunas piezas del patrimonio diocesano de interés remarcable.
Las tres maquetas son obra del artesano azudense Jesús Díaz. Están fabricadas, fundamentalmente, en poliuretano, aprovechando, además, materiales reciclados. La tercera, y última, fue inaugurada ayer. Emplazada en el gran patio central del Museo, ilustra el periodo constructivo que va desde 1471 a 1800, dando testimonio de cómo fue la catedral hasta el año 1936, puesto que durante la Guerra Civil sufrió daños que devinieron en algunas modificaciones estructurales. Esta última recreación tiene un tamaño aproximado de 2,5 por 2,8 metros y una altura que en las dos torres llega a 1,2 metros. Obviamente, es la mayor de las tres, y, como bien dice su autor, ha necesitado de “infinitas horas de trabajo”, que le han generado aún más respeto del que ya sentía tanto por el edificio como por quienes impulsaron su construcción y por quienes la hicieron real. Lleva trabajando en ella desde febrero, fecha en la que se inauguró la segunda fase de la exposición. Díaz ha plasmado en su trabajo la planta de la catedral, partiendo de los planos del estudio seguntino Plaza y Vindel, además de su propia observación, y del análisis de los documentos históricos.
Fue Miguel Angel Ortega, director del Museo diocesano, quien se encargó de conducir el acto inaugural de ayer, y, posteriormente, guiar a la audiencia por las maravillosas piezas y documentos que completan la exposición. No olvidó el director la mención explícita de todas las instituciones, empresas y personas que han contribuido al gran éxito de esta muestra progresiva.
La alcaldesa de Sigüenza, María Jesús Merino, agradeció el esfuerzo del Museo Diocesano por engrandecer sus ya de por sí ricos fondos con nuevas ideas, como es ésta de mostrar las diferentes fases de la construcción de la catedral. Merino se refirió a la de Sigüenza como “una de las catedrales más bellas de España, una de las diez mejores del país” y sin duda “el emblema de Sigüenza”. La regidora afirmó que contar el esfuerzo que llevaron a cabo las sucesivas generaciones para convertirla en lo que es hoy, y rodearlo de elementos tan atractivos como las maquetas que nos dejan la fotografía de tres momentos históricos, se ha convertido “en un atractivo turístico más de nuestra ciudad”. Por último, la alcaldesa lanzó el reto de completar el abrazo de la catedral, que no se pudo culminar en 2018, como fiel reflejo de la devoción que los seguntinos sienten por su Fortis.
En una sentida intervención, Jesús de las Heras, laureó el trabajo en equipo de quienes han logrado duplicar la catedral y traerla, también, al Museo.
Por su parte, el presidente de la Diputación Provincial, José Luis Vega, mostró su admiración por el Museo Diocesano, antes de subrayar que “el Patrimonio necesita de la Diputación Provincial y necesita de todo lo que representa la iglesia, para continuar manteniéndose”. Así, Vega anunció que en el presupuesto del próximo ejercicio, la institución provincial va a triplicar la cantidad que se dedicaba a ayudar a la restauración del patrimonio artístico y cultural de Guadalajara. “Conservar nuestro Patrimonio, nos va a dar frutos a largo plazo. Perder Patrimonio, es perder el alma de nuestra provincia”, afirmó.
Después de la visita guiada por las piezas que se añaden a la maqueta, en la segunda planta del Museo, y de la explicación de la maqueta desde una posición cenital, todo ello por parte de Miguel Angel Ortega, cerró el acto la intervención del obispo, Atilano Rodriguez, quien subrayó la importancia de la colaboración institucional para la conservación del Patrimonio y agradeció el anuncio del presidente de la Diputación. “Si no aunamos esfuerzos, y aportamos todos, es imposible mantener el rico y espléndido Patrimonio que tenemos”, señaló, poniendo también sobre el tapete, la gran labor que, también en cuanto a la exposición Fortis Seguntina, han llevado a cabo Jesús de las Heras y de Miguel Angel Ortega.
Las tres etapas que componen la exposición Fortis Seguntina, ilustrando los estudios de la investigación monumental y documental, son: Fortis Seguntina: La Catedral Románica Y El Císter (1121-1271), inaugurada el 5 julio de 2018; Fortis Seguntina: La Catedral Gótica Y Su Mistagogia (1271-1471), inaugurada el 11 de febrero de 2019, y la que se inauguró ayer: Fortis Seguntina: Catedral Renacentista y La Girola (1471-1800), tercera etapa de la historia evolutiva en la construcción de la catedral que descubre la importancia de este elemento estructural en la conformación final de la catedral. La girola que, por un lado, privó de la visualidad del proyecto inicial de la cabecera románica, configurando la visualidad que hoy resulta más familiar, por otro, es el elemento necesario que articula los espacios constructivos que, durante esta etapa, conformarán definitivamente el edificio catedralicio seguntino.
Esta etapa, denominada renacentista, tiene unas connotaciones amplias ya que en ella se incluye el renacimiento cultural propio del estilo renacentista, el renacimiento eclesial celebrado por el estilo barroco, y, el renacimiento ilustrado iluminado por el estilo neoclásico.
En la tercera fase de la evolución constructiva de la catedral se incluyen tres periodos: Renacimiento, Barroco y Neoclásico. Fundamentalmente porque, apenas los dos últimos, alterarán la configuración arquitectónica, suponiendo sus elementos simples adiciones a la fábrica catedralicia. De este modo, con esta nueva fase de la evolución constructiva de la catedral de Sigüenza, ésta quedará conformada arquitectónicamente hasta que sufra el bombardeo de la Guerra Civil. Tras ella, la restauración que se realizó alterará esa visualidad estructural al incluir un cimborrio o linterna en la bóveda central del crucero, cambiando, así, el aspecto que durante el siglo decimonónico ofreció.
Una vez terminada, en la anterior fase gótica, la estructura del templo en su generalidad se comienza a embellecer su arquitectura con la escultura propia del tiempo renaciente, «a la manera romana», dotando así a nuestra catedral de elementos que bien se necesitan, o, bien es necesaria su restauración. Algo que será típico de esta nueva fase constructiva será la implicación de cabildo y prelados, conjuntamente, en la ejecución de las diversas obras que se van a acometer. Prueba de ello es la inclusión conjunta de los escudos de estos y del emblema de aquel, un jarrón de azucenas, abreviación del misterio de la Anunciación, genuino sello del cabildo seguntino.
El periodo renacentista comenzará con obras de un fuerte resabio gótico isabelino, propio del momento histórico y particular que vive el reino de Castilla, pero ya, a comienzos del siglo XVI, el estilo renaciente ornamenta su arquitectura recia, como si se tratara de enjoyar a la novia para celebrar sus esponsales. Ahora bien, este periodo renacentista se manifestará, a su vez, en cuatro periplos bien diferenciados en nuestra catedral: el primero, un Renacimiento incipiente, con sendas portadas, del Jaspe y del Pórfido, portando el escudo del cardenal Carvajal, y, junto a ellas, el claustro todavía con resabio gótico; el segundo, corresponderá a la decoración plateresca del conjunto de retablos del brazo norte del crucero y las portadas de las capillas de la panda este del claustro, todo ello en la prelatura del obispo Fadrique de Portugal; el tercero, se corresponde con la arquitectura más clásica de este periodo, en la traza de Alonso de Covarrubias para la sacristía mayor y su posterior ejecución, entre las prelaturas de los cardenales García de Loaysa y Pedro Pacheco; y, por fin, el cuarto, manierista, reflejado en la decoración escultórica de la sacristía mayor y la capilla de las Reliquias, entonces todavía del Espíritu Santo, así como la construcción de la girola, entre las prelaturas del cardenal Diego de Espinosa y el obispo Suárez de Figueroa y Córdoba. Será, también, en este último periplo manierista, cuando el obispo fray Mateo de Burgos dote la capilla mayor con un nuevo retablo, contratado con Pompeo Leoni y Giraldo de Merlo. Con el retablo mayor llegamos en nuestra catedral a la transición del periodo manierista al periodo barroco.
El periodo barroco de esta tercera fase en la evolución constructiva de la catedral seguntina, tras finalizarse el retablo de Giraldo de Merlo, obra del último manierismo, comienza con una prelatura crucial para su historia ya que, al prestar oídos a los falsos cronicones de esta época, paulatinamente irá quedando tan confundida la leyenda de santa Librada que llegará, incluso, a desdibujarse su veracidad histórica y, aun su propia existencia, quedando en entredicho la legitimidad de sus propias reliquias. Por otro lado, este periodo alcanzará su momento culminante con la ejecución del altar marmóreo del trascoro en honor de Ntra. Sra. de la Mayor ya que, por vez primera, se habla en su contrato de columnas salomónicas, fechado el 29 de junio de 1666. Parece que tuvo éxito este recurso puesto que al final resultaron salomónicas, incluso, las columnas estipuladas como estriadas en dicho contrato. Junto a los retablos barrocos de madera dorada y policromada que revestirán nuestra catedral en este periodo, merecen una reseña aparte cuatro elementos que van a terminar de configurar la visualidad de la catedral: uno, la espadaña para las campanas del reloj, sobre su propia torre; otro, el grupo escultórico sobre la puerta de los Perdones representando la «imposición de la casulla a san Ildefonso» por la Virgen; un tercero, el chapitel pétreo de la torre del Santísimo, que será destruido en la guerra civil; y, por último, la balaustrada actual que cierra el corredor entre las dos torres occidentales, como remedio al colapso del ruinoso frontón gótico que remataba esta fachada.
Tras los excesos del barroco que terminó en el delirio decorativo rococó, surgirá una reacción en todas las disciplinas artísticas que da lugar al llamado estilo neoclásico. El periodo neoclásico, de esta tercera fase en la evolución constructiva de la catedral de Sigüenza, dará solución a dos de los problemas que, en su devenir histórico, se generaron en la catedral. Una solución será enlosar las procesiones del claustro ya que, desde comienzos del periodo gótico, al permitir los enterramientos en ellas, quedaron intransitables. Desde este momento no se permitirá ya enterrarse aquí. La otra solución, será cubrir el desnivel existente entre la cota de suelo de la propia catedral con el nivel de la plaza del Mercado, evitando así la acumulación de humedades con el consiguiente deterioro del edificio.
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