La Reina Letizia estará el próximo miércoles 11 de septiembre en el acto de apertura de curso escolar 2024/2025 en el CEIP Maestra Plácida Herranz de Azuqueca de Henares en Guadalajara. Pero tal vez lo abra sin profesores en las aulas, porque este mismo día hay convocada una huelga en todas las provincias de la región con el objetivo -según dicen los sindicatos convocantes- de visibilizar las problemáticas a las que nos enfrentamos el profesorado castellanomanchego y lograr una educación pública de calidad con un significativa reducción de la carga burocrática en los centros educativos y de alumnos por clase. También solicitan el incremento en las horas destinadas a actividades complementarias y la revisión de los recortes de personal y recursos.
Allá por el curso escolar 1996-97 fui destinado como docente al entonces Colegio número 3 en Azuqueca de Henares, hoy el CEIP Maestra Plácida Herranz. Ya por aquel entonces, muchos docentes, estábamos peleando por mejorar la calidad de la educación y por ofrecer un buen servicio a pesar de las amplias ratios de alumnos que teníamos por aula y de la excesiva carga lectiva y burocrática a la que estábamos expuestos.
Esta burocracia, muchas veces repetitiva e innecesaria, que desde hace años sigue aumentando paulatinamente, agota y consume día a día al profesorado. Puede suponer entre 2,5 y 7,5 horas a la semana lo que se invierten en tareas que no se corresponden directamente con la función de docencia en forma de multitud de tareas administrativas y papeleo muchas veces un tanto estúpidas e inservibles. Sin duda esta excesiva burocratización de los centros y del propio proceso educativo nace fruto de cumplir con los requisitos burocráticos impuestos por la administración educativa, que encuentra en la inspección educativa la herramienta y el brazo ejecutor perfecto para introducirla en los centros educativos, y para ejercer como un alto comisariado político al servicio del poder gobernante, reduciendo lo que sucede en el aula a una serie de ítems interconectados que deben desarrollarse de manera tan mecánica y predecible como inoperativa e inservible.
Estas obligaciones burocráticas sin sentido que han ido aumentando día a día y año a año desde aquellos años noventa con tanto cambio de ley educativa a nuestras espaldas, no solo restan al profesorado un precioso tiempo que deberían poder dedicar a su verdadero trabajo pedagógico sino que llegan incluso a provocarle agotamiento y frustración y a quitarle buena parte de la ilusión por el mismo y por supuesto restando calidad al proceso de enseñanza-aprendizaje.
Pretenden convertir la Educación en una cadena de montaje en el que la elaboración del producto mecanizado estandar deba estar todo absolutamente calibrado y medido en función de su rentabilidad política, ideológica y no pedagógica. Y para ello nos tienen al profesorado más ocupado en esa multitud de requisitos burocráticos y en entregar todas esas programaciones y “papeles” ajustados a las nuevas exigencias legislativas que en poner en marcha nuestras clases y nuestras cuestiones puramente pedagógicas.
Esta máquina burocrática educativa que quiere controlar, contabilizar y fiscalizar el proceso de enseñanza-aprendizaje está provocando un clima general de malestar en los colegios e institutos y empobreciendo la calidad en la enseñanza. No funcionará porque la realidad de los alumnos, de la profesión docente, de los centros educativos y de las aulas es ajena a estas obligaciones y prescripciones tan estandarizadas y tan simplificadas. Y por supuesto no supondrá una mejora de la educación que recibe el alumnado, porque lo que realmente necesita la comunidad educativa es mejora en las condiciones para la atención directa al alumnado y para la preparación de las clases y sobre todo más recursos a todos los niveles, procedimientos ágiles y una racionalización de los horarios. Es urgente una profunda revisión del modelo.
Opinión de Antonio de Miguel Antón