Ya son más de cuarenta los libros que Javier Sanz, académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina de España, ha escrito. Y, aunque se hace evidente el cariño que le profesa a cada uno de ellos cuando los describe, que luego se paladea en su lectura, éste de la ‘Historia de la Medicina en la Ciudad de Sigüenza’ es especial, por tres motivos.
El primero porque la circunscribe a la ciudad en la que nació, haciéndole un guiño maravilloso a la intrahistoria local desde un punto de vista que muy pocas localidades, incluso mucho mayores que Sigüenza, tienen documentado. Historias documentales completas de la Medicina de una localidad en España no existen. Ahora sí.
El segundo, es porque trata sobre Historia de la Medicina. Un asunto nunca menor, y menos en tiempos de pandemia.
Y el tercero, es porque lo edita su amigo Antonio Herrera Casado (AACHE Ediciones), que lo ha cuidado tanto como si lo hubiera escrito él mismo. Como el autor, es médico y escritor. Y se nota. A la edición no le falta detalle, con tapa dura, forrada en tela, y con nada menos que un cuadro de Fermín Santos y una foto de 1933 en la portada.
Además, en el propósito de escribirlo, también hay mucho romanticismo de este seguntino sentimental por reivindicar “a esa legión de anónimos, los que día a día estuvieron, como ahora, al pie del cañón, preocupándose por la salud, en siglos pretéritos”.
El libro abarca un vasto periodo, que comienza en el siglo XIII y llega hasta la Guerra Civil Española. Y cuando la ilusión está detrás de lo que uno hace, el tiempo no cuenta. Javier Sanz ha dedicado al libro centenares de horas de investigación en archivos a este particular apartado del pasado seguntino pero “la búsqueda de la información ha sido un placer”, confirma el autor.
En las fuentes documentales ha encontrado el académico no ya referencias, sino la voz escrita de testigos que luego transcribieron su experiencia. Esa verdad contrastada y escondida en los documentos es la que ha enmarcado Sanz, ampliada con muchos más conocimientos. “Y al final, contamos esta Historia importante”, sigue, con modestia.
El libro tiene un discurrir temático y cronológico. El perfil didáctico de Sanz le lleva a explicar la organización de Sigüenza “para que el lector comprenda que hay una parte de la ciudad civil y otra eclesiástica, casi al 50%”. Asimismo, el autor destaca varios temas por su importancia, como son los hospitales de Sigüenza, dándole una relevancia especial al Hospital de San Mateo y a su importantísima botica, a la Universidad de Sigüenza y a las enfermedades epidémicas. Por último, el autor dedica también su atención a los santos llamados “sanadores”. Cada uno de estos argumentos tiene su propio desarrollo temporal.
A partir de ahí, Sanz sumerge al lector en la secuencia cronológica de su propósito. Cuenta, por ejemplo, cómo el XVI fue el “Siglo de oro” de la Medicina en Sigüenza, cuando fueron varios los médicos que atendieron la salud de los reyes. “En la casa real se conocía que Sigüenza, tanto el cabildo como la ciudad, contrataba a buenos médicos”, señala, “y en varios casos les reclamaron para la Corte”.
Relata también el efímero paso por Sigüenza de Juan Huarte de San Juan, autor del famoso ‘Examen de ingenios para las sciencias’, obra precursora de tres ciencias: la psicología diferencial, la orientación profesional y la eugenesia. Y recuerda las biografías de nativos de la ciudad, como Antonio Pérez Escobar o Antonio Ballano, autor de un gran diccionario de términos médicos, ambos del siglo XVIII.
La historia de las pandemias en Sigüenza
La del coronavirus no ha sido la única pandemia que ha afectado a Sigüenza. Como en toda Castilla, la Peste Negra se cebó en la ciudad del Doncel, “por eso tenemos como santo protector a San Roque”. En los siglos XVI y XVII hubo varias oleadas serias de esta epidemia. Entonces, no se sabía cuál era el agente que lo producía y se cerraba la ciudad, porque todo el mundo era sospechoso de transportarla, “como bien se puede leer en los libros de actas del Ayuntamiento”.
También se produjeron, en el XVIII y el XIX, algunas epidemias de viruela, hasta que comienzan las vacunaciones, muy tempranas en Sigüenza y con éxito.
La más cercana en el tiempo es la pandemia de la gripe de 1918, hace un siglo, “durante la que se registró un comportamiento parecido al que estamos viendo ahora, tanto en la turbación entre los seguntinos, como en cuanto a algunas medidas que se adoptaron”.
Y de los santos sanadores
En este apartado, Sanz dedica una especial atención a San Roque, por motivos obvios, y a Nuestra Señora de la Salud, en Barbatona. Pero aporta muchos más datos, no tan conocidos, como la existencia en la catedral de una reliquia de San Blas, el abogado contra las enfermedades de la garganta; de una imagen de Santa Lucía, cerca de la puerta de entrada al claustro, abogada frente a las enfermedades de la vista; reminiscencias de Santa Apolonia, abogada contra las enfermedades de la boca; o de Santa Águeda, abogada contra las enfermedades de los pechos. “Todo ello supone la constatación antropológica de que el hombre, cuando se siente desprotegido, tiende a suplicar a quien cree le puede quitar de estos males, los seres superiores, una devoción que se conserva hasta nuestros días. Buen ejemplo de ello son las romerías y novenarios en septiembre y en mayo, a la Virgen de la Salud”, afirma Sanz.
Turismo médico y medicinal
Para recorrer físicamente la historia de la Medicina en Sigüenza, Sanz recomienda la visita al Hospital de San Mateo, hoy Residencia de San Mateo, que tiene algunos de sus vestigios históricos recogidos en el Museo Diocesano, y al actual Palacio Episcopal, “donde se puede respirar el aire de su Facultad de Medicina”. Pero también descubre el autor lugares recónditos, como su legión de anónimos. Es el caso de Riosalido, una pequeña pedanía seguntina. Allí, en su Iglesia de San Martín, se encuentra el enterramiento del licenciado Pedro Gálvez, y de su esposa, Ana de Ledesma. Médico de Sigüenza, pasó al servicio de la Casa Real. “En esta modesta iglesia de pueblo está la efigie, muy bien labrada en alabastro, por cierto, del médico que le tocaba la tripa a Felipe II, por decirlo de una manera tan gráfica como pedestre”, señala.
Por último, tras narrar el veraneo del Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal durante el año 1929, no olvida Sanz recordar que varios escritores se refirieron a Sigüenza como ciudad saludable por excelencia en el siglo XIX y en el XX, recomendándola por el aire puro del pinar, su paz y su belleza.
La concejala de Cultura del Ayuntamiento de Sigüenza, Ana Blasco, muestra su “enorme agradecimiento a Javier y a la gran investigación realizada que nos aporta conocimientos importantes de cómo la ciudad de Sigüenza alcanzó sabiduría en la medicina y la salud. Un gran libro para asegurar nuestro pasado y futuro. Sin duda, Javier Sanz es guardián de nuestra historia. El Ayuntamiento quiere hacer la presentación de este libro, con la celebración que se merece, estando todos juntos, para que los ciudadanos puedan aplaudir la importancia de su legado”.
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