Debe hacer más de cinco años que no pateo Plaza Real, ni la de Sant Jaume ; tan cerca ambas. Ni Vía Laietana, ni Plaza Catalunya ni… ningún empedrado de mi querida Barcelona.
Mis estancias por tales lares suelen ser de pasada: Llegada al aeropuerto del Prat en T2, por lo general, recogida del poco equipaje que siempre suelo llevar en la cinta circulante de la boca que toque, en virtud del vuelo escogido, salida a la calle, un ¡taxi, por favor, a la estación de Sants! y…poco más.Ni decir tiene de los antros subterráneos tan frecuentes, y benditamente poco conocidos para la mayoría del personal, que abundan por las esquinas más insospechadas de Ramblas tirando para barrio Gótico, dónde la verdadera buena música y la permisividad en expulsar humos me los hacen tan entrañables.
“Ave” a Madrid- Atocha, reenganche en “Alaris” y otra vez a casita…que empieza a llover.
Si. Unos cinco o seis años que no pateo mi querida Barcelona. Aunque ni uno sólo de sus recuerdos se me ha borrado, ni se me borrará, por mucho follón que intente darme el austríaco – porque era austríaco de nacimiento-.
Mi colegio “Sant Pau de Les Corts”, a un pasito de casa. La maestra de la que -tal vez como usted – me enamoré perdidamente (sigo emocionándome cada vez que escucho “Canço per a la meva mestra”, del poeta).
Los balonazos con balón “de reglamento” que, ya algo mocitos y en solares todavía no cementados, soltábamos por la diestra y la siniestra, por arriba y por abajo con destino a marcar un gol en la portería de los eternos rivales , cuyos límites no eran otros que un montón de mochilas y carteras separadas entre si a base de ‘echar pies’ los capitanes de uno y otro equipo, con la intención asegurada de que eramos «Cruyff», en carne, hueso y tino. Al menos un servidor, que siempre fue mi ídolo y aún lo sigue siendo. Más tarde, con el correr de unos años que uno quisiera atar corto para no marcharse jamás, las magistrales clases en Carrer de Sant Quintí. Las cervezas preceptivas en el Mingus y un buen paseíto por Barceloneta , en busca y captura de un buen chiringuito con buena zarzuela marisquera. Eso cuando teníamos parné, que no era precisamente lo más frecuente.
Misa de doce los domingos y toda fiesta de guardar en puro paripé con los amigos en la Catedral de Pla de la Seu, y antes del sermón del mossén – que como siempre suelen ser plúmbeos – a la calle a perseguir alemanas – para nosotros, toda fémina rubia, rosácea y de ojos azules era alemana, sin más -. A las dos y media en casa, so pena de llamada a guardia urbana – por aquellos entonces no existían los mossos de esquadra – por si acaso un rapto o algo parecido, que solía ser lo habitual.
En el día de hoy, parafraseando la célebre frase de la ¿«victoriosa liberación»?, nada de lo escrito debe estar en su debido sitio, lugar y concierto.
Por lo que me dejan ver en los distintos noticiarios, el humo, el fuego y los contenedores de basura invaden las preciadas y preciosas calles de mi querida Barcelona.
Envites provocadores acompañados de lo que pillen por ahí – piedras, adoquines, molotoves y demás familia- de gente (llámese también gentuza, al gusto) más que posiblemente no nacida en Catalunya cual un servidor, contra las fuerzas de seguridad, hacen teñir de rojo lumbre y gris humareda las noches barcelonesas.
Retumbes espantosos de bolas de goma disparadas y chorros de agua a máxima presión insultan impunemente a la segunda ciudad que más amo.
Los que dicen saber de política, y así la ejercen, aseguran que todo debe ser remitido al “dialogo-dialogo- y más dialogo”.
Menos los fanáticos sectarios, que sólo pretenden “independencia-independencia…independencia”. Que ni saben lo que es, ni falta que les hace con tal de descargar sus iras, sus miedos y sus fantasmas personales contra todo aquello que esté dispuesto en buena ley y consenso. Eso sí, siempre y cuando unos cuantos tantos como ellos (y ellas, por supuesto) se arrimen juntos en amor , compaña e ¿ideales?
Si no fueran tan catastróficos, me harían hasta carcajear. Pero lo son…lo son.
La fuerza impune de la sinrazón está imperando en esas tierras llamadas “Catalunya”.
Mientras los supuestos magnos dirigentes de la Generalitat, se lavan las manos para aplaudir mejor tanto disparatado desmán y tan profundas heridas en una ciudad amiga. Y los otros, los de la capital, amenazando sin parar – no saben hacer otra cosa…¡qué le vamos a hacer! – con un ciento cincuenta y cinco que, en realidad, nunca se llevó a cabo en su significado fiel.
Los unos por los otros y Catalunya ardiendo.
¡Así nos va! Y , lo que es mucho peor…así nos fue y así nos seguirá yendo.
Esta vez toca a Catalunya…¿cuál será la próxima?
¡Qué pena Dios….qué vergüenza!
Firma invitada: Francisco R. Breijo-Márquez. Doctor en Medicina.
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