En realidad, es una ciudad. Según mis informes, fue concedida tal gracia por Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España.
De hecho tiene la mujer erigida una estatua en el centro del pueblo: Plaza de la Constitución – anteriormente llamada Plaza de la División Azul -.
Pero sus ruidos deben ser similares a las de cualquiera de los pueblos en que ustedes consideren como propios.

He escrito sonidos por intentar ser un poco benevolente – y porque estoy escuchando a Simon & Garfunkel y que la p*** maquinaria no me deja oír – , pero es un atrevimiento malsano denominar a tal característica física como sonido…¡Ni de coña!: Es ruido, pero ruido desolador para cualquier tímpano indemne. Que afecta a los nervios nerviosos en su totalidad con reflejos en la sangre sanguínea. ¡Como lo estoy escribiendo, oiga !
Aunque, a fuer de ser franco, distan mucho de ser tan sólo desoladores, tienen también otras decenas de calificativos que, – aún uniéndolos – se quedarían muy cortos para su autentica descripción: lamentable, penoso, angustioso, desesperante, deplorable, aciago, nefasto, funesto, calamitoso y dañino. A más de los que ustedes deseen añadir, si tal deseo es deseable para ustedes.
La cosa, más o menos, es así:
Empiezan con una máquinas aterradoras, portadoras de una especie de pico y taladro que – dale que te dale y sin previo aviso – empiezan a agujerear el suelo y sus baldosas; supuestamente porque el tendido eléctrico o de agua (o de su puñetera madre) está en malas condiciones, podrido o algo así.
Paseo de la Libertad arriba, Paseo de la Libertad abajo y sin parar.
Después de estar todo el Paseo empantanado, por lo visto, los alrededores cogen envidia y protestan de por qué el Paseo sí y ellos no.
Y claro, en esos alrededores todavía vive gente que vota en elecciones; por lo que el Ayuntamiento – o quien coño sea – solo en en conchabanza – empieza a machacar tales alrededores con misma técnica y herramientas que los descritos. ¡Vayan y se pierdan votos por tale bretes!
Y así, sin parar…sin parar. Hasta conquistar y taladrar el más recóndito paraje del pueblo entero.
¡Erase una vez un pueblo con sonidos interminables! Pues ese es donde habito.
La cosa no me importaría tanto, si estuviera en la certeza de que un día, algún día…terminasen las obras de bondades para el municipio. Algún día…(llevan más de dos años y medio sin parar la actuación, sin exagero alguno).
¡Ah, amigos, amigas, amiguitos y amiguitas! Pero no es así. Ni mucho menos.
Cuando se termina por fin la zona de comienzo y están en las últimas de los alrededores…¡Vuelta a empezar! Como Perico y su torno.
Con mismas técnicas y mismas maquinarias.
Y, cómo no, mismos ruidos enloquecedores.
Hoy mismo, en la famosamente nueva Calle Ancha, otra vez con el dale-y dale. Y eso que acaban de iluminarla navideñamente para las fiestas entrantes. O sea, la navidad navideña.
Nunca podre entender tal conducta ciudadano- municipal.
Pobres turistas si es que los hay, que ya lo dudo.
Como no vengan a disfrutar con los sonidos de mi pueblo, no se entiende.
En fin…
¡Qué horror de pueblo, de ayuntamiento, de compañías telefónicas, de agua, de gas y de su mamá bendita, de maquinaria taladradora incesante y … de sonidos de mi incomprensible pueblo!
¡Déjennos ya en paz por favor – o sin favor – ! que dicen que viene la noche de Paz.
Pues ni por esas oiga…
Firma invitada: Francisco R. Breijo-Márquez. Doctor en Medicina