Hubo un tiempo en que el urbanismo moderno se alejó del latir de la calle. Desde detrás de una mesa de arquitectos, aplaudidos en aquel entonces, proyectaron ciudades en las que las calles serían unos espacios vacíos ocupadas si acaso por los vehículos. La vida de una ciudad no tendría importancia, lo importante sería el diseño, la línea, lo perfecto, lo controlado. Una ignorante y sin estudios como Jane Jacobs se rebela entonces con la defensa de la calle como una auténtica institución social donde las comunidades locales se fortalecen a base del intercambio y el diálogo. Su mayor enseñanaza es que hay que vivir una ciudad para poder planificarla.

El modelo inclusivo, humano, necesario, equilibrado y sontenible de una ciudad, pues, debe ser defendido por sus propios vecinos ya que nadie ajeno a la vida de un barrio va a defenderlo; no se nos olvide que el planificador no se ” mancha ” los pies o si acaso los dedos de trazar líneas.
El tesoro del ser único de un barrio son sus gentes no las piedras o el asfalto, y esas gentes necesitan de un salón para reunirse. Es cuando el banco toma sentido. Unas veces será como forma de matar el tiempo, otras como un sitio para oxigenar el alma agobiada hasta la saciedad por el minúsculo espacio donde vive o sufre, muchas será el forzar la caminata y tomar los bancos como descansos( la casa de los juegos de niño), otras como punto de encuentro, otras será por necesidad en momentos de la vida y si no que pregunten a las mamas con bebes recien nacidos, a los padres con niños pequeños, a los hijos con padres ancianos, a los ancianos que ven asustadas sus ilusiones con las ausencias de amigos. En muchos momentos de la vida pasan desapercibidos y no notamos su existencia pudiendo caer en la tentación de que su misma existencia hasta estorbe. Podrías pensar que la defensa de un banco no merece la pena total no muy lejos hay otros bancos pero no te equivoques.
Te pido empatía y me explico si no entiendes lo que sugiere esa palabra tan bonita. Bien, empecemos. Imagina: atenaza tus piernas con mancuernas de 10 kilos; oxida tus rodillas tanto como puedas; inyéctate dolores musculares; dóblate hacia delante hasta casi caer. ¿ imaginas? Pues sigue quitándote un 30% del aire que ahora que eres “sano” respiras y búscate como única ayuda de una garrota. Ah, no te lo he dicho, ahora vives en el jardinillo del Salvador y debes ir a comprar el pan y alguna que otra cosa pues el que compraste hace tres días ya ni se puede comer y bajar a la calle las torres( que cerca ¿ no? ) Sales como puedes, después de toser lsrgo rato, buscando la estrecha acera, huyendo de escaleras y la ayuda del murete enfrente del Salvador( como lo subía de niño…recuerdas) para hacer un descanso. Sigue descendiendo por Alonso de Ojeda y encuentras ayuda de los escalones del portón de Infantas de España donde charlas con Ignacio o Luis o Paco y de paso descansas. Había un banco al lado de los Herreros pero desapareció así que debes coger fuerzas para llegar a la puerta de Valencia y a lo mejor cambiarte de acera pues algún coche ha aparcado encima de la acera ” solo un momento”.

Y ahora ¿ qué me cuentas?
No merecen tu defensa unos simples bancos.
Imagino y espero que vuelvan a su sitio más bonitos que antes. De nuevo los vea llenos de tertulias, de decansos, de sonrisas, de abrazos, de silencios, de esperas e incluso de algún romance. En definitiva lleno de vida, lleno de encuentros lleno de barrio.
Eduardo La Parra González