Vivimos en la necesidad de recuperar consensos básicos que nos han permitido progresar como sociedad, alcanzando niveles en derechos y bienestar jamás antes imaginados. Buscar denominadores comunes y aparcar las diferencias con el objetivo de que todas las personas podamos disfrutar en condiciones de igualdad, de todos nuestros avances.
Los asesinatos machistas representan la expresión máxima de la desigualdad entre mujeres y hombres. Una realidad tan dolorosa y cruel como injusta; tan injusta como indiscutible; tan indiscutible como, al mismo tiempo, tristemente cuestionada.
Para poder luchar contra la violencia de género, es imprescindible reconocer que tenemos un problema social estructural, con hombres que se creen dueños de las mujeres. Son pocos, representan una pequeña minoría, pero no debemos ser cómplices.
Tampoco son mayoritarias las voces que cuestionan la violencia hacia las mujeres, que tiene distintos tipos y expresiones. No son la mayoría, pero son voces potentes. Voces que han decidido abandonar el consenso desde posiciones negacionistas realmente preocupante por dos motivos: por el efecto que tienen sus mensajes sobre las personas más jóvenes y también por el miedo y la inseguridad que provocan en las víctimas, que tienen más difícil pedir ayuda.
Tienen más difícil salir de la espiral de violencia y sufrimiento, que en muchos casos les obliga a abandonar sus hogares de forma repentina, con sus hijos e hijas, para ponerse a salvo. Desde 2001, 8.069 mujeres y 8.844 menores han sido atendidos en los recursos de acogida del Gobierno de Castilla-La Mancha, que junto a los 87 centros de la Mujer conforman una de las redes de atención a víctimas de la violencia de género más extensa de España.
Las víctimas en su conjunto no merecen negación; merecen respeto, reconocimiento y el apoyo necesario para reiniciar sus vidas, lejos del sufrimiento. Necesitan confianza en el sistema y no un sistema que les juzgue, porque si el mensaje que reciben es que su dolor no es real y que la violencia que les castiga no existe, el miedo les impide pedir ayuda; el miedo les dificulta salvarlas.
Nosotros queremos seguir salvándolas, con apoyo, con reconocimiento y con recursos. Queremos que nuestros jóvenes entiendan la importancia de construir una sociedad desde la igualdad y el respeto. Y para ello necesitamos que hombres y mujeres alcemos la voz frente a la violencia.
En este 25 de noviembre apelamos a toda la sociedad a librarse de las marcas que produce la violencia de género, tanto en hombres como en mujeres. Decimos ‘desmárcate’, porque sin marcas no hay miedo. Y sin miedo hay igualdad y, por tanto, hay verdadera libertad.
Opinión de Emiliano García-Page Sánchez. Presidente de Castilla-La Mancha