Apareció la Botarga en Beleña de Sorbe
El día de la víspera, los Mayordomos reúnen a las gentes del pueblo y les entregan la Caridad consistente en pan de anís, tostones y vino. Por la noche, se enciende una hoguera y los mozos dan la Cencerrada impidiendo dormir a la vecindad con el sonar de unos cencerros enormes que llevaban atados a la cintura.
La ronda recorre las calles esperando a que haga su aparición el Botarga. El traje del Botarga, conservado y custodiado por los Mayordomos, se entrega en secreto al elegido con objeto de que nadie sepa la identidad del botarga. Esto es fundamental para la fiesta. Con motivo de la festividad de La Candelaria, sale el botarga por la mañana a recorrer las calles del pueblo.
Dando saltos para propiciar buenas cosechas, provoca a la chiquillería con la porra y acaricia con la naranja a las mujeres mientras pide limosna. Golpea amistosamente con su castañuela quien no le entrega donativo o a quien osa tocarle la «higa» (pelota de tela que le cuelga cosida en el trasero). Antiguamente tenía la costumbre de entrar en las casas para buscar a las mozas a quienes se golpeaba suavemente con la castañuela como símbolo de fertilidad.
La Botarga de Beleña consta de 2 personajes: un Botarga principal (que se acompaña de otro Botarga complementario) y el Mayordomo que se encarga de guiarles y guardar el dinero que se recoge en una alforja. Ambos botargas asisten a la ceremonia religiosa (misa y procesión) sin máscara.
La iglesia de San Miguel es un excepcional ejemplar de románico rural y está incluida en el catálogo de Bienes y Patrimonio de CLM. Actualmente ésta Botarga también ha hecho su aparición en la fiesta de Agosto.
José Ramón López de los Mozos, en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, publicaba un trabajo sobre el Botarga de Sorbe refiriéndose, a la denominación genérica, “de que suele denominarse por el común tanto en masculino, muy pocas veces, como en femenino, las más, e incluso se recoge así las diversas cancioncillas infantiles alusivas a este personaje carnavalesco:
“Botarga la larga,
la cascarulera,
más vale mi culo
que todas tus tetas”.
Se llama “la botarga”, en Retiendas y también en Tortuero recibe esa denominación, aunque después, cuando recorre las calles en petición de limosnas, los chiquillos la reciben con la siguiente coplilla:
“El botarga caritativo
este año ya ha salido.
Botarga, botargaaa…”
en masculino.
Cobra sentido femenino en Montarrón, al igual que en Robledillo de Mohernando; Jócar (ya desaparecida con el propio pueblo); Valdenuño Fernández, donde acompaña a un grupo de “paloteistas”, en la fiesta del “Niño Perdido”; Málaga del Fresno; Albalate de Zorita, donde “las botargas” son numerosas y al mismo tiempo son danzantes de San Blas; Majaelrrayo, donde hay dos “botargas”, que también cambiaron su fecha primitiva de salir, invernal, por el mes de septiembre y donde, al parecer, una es “la botarga” y otro “el botarga”, según se desprende de las canciones insultantes que, respectivamente, se les cantan:
“Botarga la larga,
cascaruleta,
mata las pulgas
con una escopeta”.
y “Cuando tiene un traje,
rayau, rayau;
cuando tiene otro,
remendón, remendón.”
Lo propio sucede con las “botargas” de Almiruete y sucedía con las ya desaparecidas de Taracena e Iriepal, Valdepeñas de la Sierra y La Mierla, etc., por no pecar de prolijos.
Sin embargo, sobre “la botarga” de Beleña de Sorbe, Sinforiano García Sanz, quizá uno de los mayores y mejores conocedores de las fiestas carnavalescas de la provincia de Guadalajara: botargas incluidas, en su trabajo “Botargas y enmascarados alcarreños (Notas de Etnología y Folklore)”, publicado en su primera parte, (precisamente hasta “La “botarga” de Beleña de Sorbe”), en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo IX, 3er. cuaderno, (Madrid, 1953) y, mucho más completo, en Cuadernos de Etnología de Guadalajara, n.º 1 (Guadalajara, 1987), se refiere constantemente a “la botarga”, tanto en el texto descriptivo, como en los pies de las fotografías.
Su vestimenta es muy parecida a la del resto de los enmascarados de este tipo: su traje es de colores. Rojo y verde a grandes trozos contrapeados. Llama la atención el que en su vestimenta tenga cosidas unas estrellas de ocho puntas y un monigote, que quizá sea una representación de sí mismo, que lleva tanto en el pecho como en la espalda como símbolos protectores. En realidad no son más recuerdos de una vieja tradición medieval en que los astros tenían que ver en la suerte y el porvenir de los humanos. (Y algo más, pero ya perteneciente al mundo del simbolismo ocultista, no sólo a través de los colores del traje, sino al de sus añadidos: –estrellas, número de puntas de cada una, colores, etc.–, a modo de aprovechamiento mágico, que se ha ido retransmitiendo desde los tiempos antecristianos hasta la actualidad, aunque haya quien no quiera aceptarlo).
Calza abarcas sobre peales, sencillos, de lona.
Es llamativo que en el trasero lleve un apéndice que recibe el nombre de “higa”, al igual que sucede con la “botarga” de Montarrón, que se solía rellenar de alfileres para que los chiquillos traviesos que intentasen arrancársela se pinchasen. Lo que al fin y al cabo no deja de ser una sencilla inocentada.
Pero sigamos: De la cintura le cuelgan numerosas campanillas con las que hace un ruido singular y atrayente que sirve para ahuyentar a los espíritus malignos. A los demonios de la casa, dado que, además de tratarse de un diosecillo antecristiano que protege el fuego del hogar y el “fuego humano” y el animal, que hace que crezcan sanos los ganados y las personas, así como que florezca el campo y las cosechas vengan buenas y granadas, para que la despensa se llene y sirva de sustento para todos los que constituyen y forman el sistema social celular.
Lleva una careta de madera, pintada de rojo, blanco y negro, con una lengua roja de cuero que sobresale insultante y bigote y perilla a juego con las cejas. También una cachiporra, a modo de caduceo, especie de vara mágica, con la que va golpeando a todos aquellos que se crucen en su camino, con el fin de traspasarles por magia simpatética sus poderes fecundantes. De ahí que se haga acompañar al mismo tiempo por unas castañuelas que más que otra cosa sirven de receptáculo para las limosnas que le dan y una naranja que, como el sol, representa el calor y la vida, con la que golpea ciertas partes del cuerpo femenino, pero que en el caso del masculino, suele consistir en un golpe en la frente.
A PESAR DE 1978…
Pero es una gran lástima, que, a pesar de los pesares y de las causas que se aducen, “el botarga” de Beleña de Sorbe actúe hoy, a comienzos del siglo XXI, en el mes de agosto, olvidando sus siglos de tradición, su pasado, su trayectoria universal, el color ya desvaído de su traje, de tantas y tantas lluvias y fríos, que no de tantos soles agosteños del segundo domingo.
Hoy ya no es como antes, que quienes se fueron ya tienen su segunda vivienda heredada de los padres, tíos o abuelos, que viven a no demasiada distancia, y que los medios de comunicación –las carreteras, en este caso– son buenos, que se maneja algo más de dinero que antaño…
Hoy, pienso que estas personas deberían darse cuanta de que “el botarga” de su pueblo, de Beleña de Sorbe, no está a su servicio, sino que ellos, los de fuera, los que se fueron y vuelven, deben estar, –al revés–, al servicio de “el botarga” que, al fin y al cabo, es quien los representa en su esencia, es su raíz ancestral y la huella viva de su pasado celtibérico que, al mismo tiempo, es su actual forma de ser y de ver la vida.
Por eso pienso que “el botarga” de Beleña de Sorbe, con todos mis respetos, debería volver a salir en su fecha inicial, en la fecha para la que fue pensado, creado, y vivido…
El día 2 de febrero, día de la Candelaria.
Como colofón quisiera agradecer a la Asociación Socio–Cultural “Amigos de Beleña de Sorbe” el empeño constante que ha venido manteniendo en conservar esta tradición en toda su pureza original, así como por dejar huella y constancia de la misma a través de una sencilla y generosa grabación: la “Historia del «botarga»”.