A las cuatro y media de la tarde, y por razones meteorológicas, la tradicional celebración de San Antón se ha vuelto a celebrar, como ya ocurriera el año pasado, a cubierto, en la Iglesia de San Pedro.
También el mal tiempo de estos días ha impedido que los niños y no tan niños se reunieran en los aledaños del Llano Peral, para construir tres montones de piedras, los llamados pinochos, uno central más alto flanqueado por otro dos de menor tamaño que simbolizan al sacerdote y los monaguillos. Es con esta antiquísima tradición con la que da comienzo la celebración de San Antón, junto a su ermita, la más pequeña de las cinco que se conservan en Cogolludo, de las diecisiete que llegó a tener el pueblo.
También es tradición que los lugareños vuelvan por la tarde al Llano Peral, derriben los montones y compartan sus viandas en torno a la ermita a la espera de que comiencen los actos religiosos. Igualmente el tiempo lo ha impedido en esta ocasión, por lo que Mauricio Muela ha oficiado una sencilla ceremonia religiosa en la nave habilitada de la Iglesia de San Pedro.
Cuando terminó la Misa, la bendición de las mascotas que se acercaron a la Iglesia tenía lugar en el pequeño atrio que tiene la Iglesia, donde los fieles habían colocado la estatua de San Antón. Previamente, Mauricio Muela había bendecido los molletes de San Antón que llevaron la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Cogolludo y la Hermandad de San Isidro
Cuando terminó la celebración, los vecinos de la villa compartieron los molletes de San Antón, un pan “preñao” que contiene en su interior un chorizo y está coronado por un huevo cocido, en el gimnasio del CRA La Encina de Cogolludo. Los molletes los compran y reparten la Asociación de Ganaderos y Agricultores del municipio, así como también los cofrades de la Hermandad de San Isidro.
La tradición de San Antón
La tradición manda que la fiesta se celebre en la ermita del Santo cada 17 de enero. Después de la misa tiene lugar la procesión que discurre alrededor de la ermita, dando tres vueltas a la misma. Este ritual tiene su razón de ser en dar una vuelta en honor de cada una de las Personas de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Después de la procesión se procede a la bendición de los animales.
Entre los animales que se llevaban, antaño, a la ermita para ser bendecidos destacaban las mulas, animales de labor por excelencia; estas iban enjaezadas con sus mejores arreos y adornadas sus ancas con los dibujos que sobre ellas “pintaban” a tijera los esquiladores. A continuación de la ceremonia de la bendición, había una singular carrera donde los mozos de mulas ponían a prueba su pericia como caballistas y la resistencia de sus cabalgaduras pues el recorrido era sumamente duro. Desde la ermita se subía la empinada cuesta del Carmen, continuando la pendiente por la Ronda hasta llegar a la Plaza Mayor por el callejón del Toril.
No terminaba aquí la competición, en la Plaza se colocaban las mulas en paralelo y los mozos intentaban saltar por encima de ellas, el que más mulas saltaba era el ganador. La mecanización del campo hace irrepetible estas tradiciones, al suplantar las máquinas a los animales de tiro y carga.
Desaparecidos los animales de labor, hoy la bendición de los animales se limita a los domésticos.
Para degustar en la fiesta se hacían los “molletes” de San Antón, consistentes en masa de pan donde se introducían chorizos y trozos de lomo y se ponía un huevo en el centro cubierto con tiras de masa en adorno coronado y se cocían en el horno público de pan cocer.
La de San Antón es una de las fiestas tradicionales que el Ayuntamiento de Cogolludo pone en valor en su calendario anual de festejos populares. La siguiente, llegará el 4 de febrero, con las candelas de Beleña.