En una hermosa tarde de julio en La Alcarria, de esas en las que los vencejos sobrevuelan a toda velocidad los tejados con ese característico sonido del verano, se inauguraba, ayer, en la Iglesia de Santo Domingo de Silos de Almonacid, la restauración del único retablo barroco que queda en Almonacid.
La restauración la ha emprendido la Hermandad de Nuestra Señora de los Desamparados de Almonacid, con el apoyo de la sociedad civil y del Ayuntamiento, y con la financiación del grupo de desarrollo rural ADASUR.
El proyecto ha contado con el beneplácito tanto de las autoridades diocesanas -la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara es la propietaria del bien- como de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades. La Dirección General de Patrimonio aprobó el proyecto de restauración en agosto de 2023 y, posteriormente, lo mismo hizo con las obras.
Los trabajos los ha llevado a cabo el joven restaurador mondejano Álvaro Sarmiento. Han costado algo más de 17.000 euros y, aunque inicialmente estaba prevista su finalización en marzo, la minuciosidad del proceso ha exigido dos meses adicionales.
En la inauguración ha estado presente el obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, Julián Ruiz Martorell, en la que ha sido su primera visita a la villa almonacileña desde que tomara posesión, en Sigüenza, a la antigua usanza, en diciembre pasado; el alcalde de Almonacid, José Miguel López y la concejala de Cultura, Lydia López, en representación de la corporación municipal, y cientos de almorcileños, que llenaban la Iglesia, además de numerosas autoridades civiles y eclesiásticas, como el alcalde de Albalate, Julio Vicente Villalba, el diputado provincial Román García, o la presidenta de ADASUR, Esperanza Magán.
El obispo, en su homilía felicitaba a los almonacileños “por el resplandor, por la belleza, por el arte, por la paciencia y por la generosidad” que desprende la restauración terminada, y también aprovechaba la ocasión para anunciar que, en colaboración con otras instituciones, como la Junta de Comunidades y la Diputación, el obispado, en poco tiempo, comenzará la restauración de la torre, del presbiterio y el tejado de la Iglesia, en sucesivos momentos, una colaboración a la que también se sumará la del Ayuntamiento de Almonacid, “en la medida de nuestras posibilidades”, recalcaba ayer el alcalde de la villa alcarreña, José Miguel López. “Os felicitamos por este extraordinario retablo que refleja vuestro culto y vuestra cultura, vuestra devoción y vuestra tenacidad y paciencia”, terminaba el prelado.
Por su parte, Álvaro Sarmiento ha agradecido “el celo con el que los almonacileños guardan su devoción y que me transmitieron, el mimo con el que cuidan su patrimonio y la confianza que han mostrado en mi”.
Miguel Zorita, pintor de Brea de Tajo que ha completado el retablo con una escena de la Virgen de los Desamparados, ha reflejado en ella, según comentó ayer, el amor incondicional que se tiene hacia todas las personas que lo pasan mal por diversas circunstancias y que él ha visto reflejado en el amor incondicional del pueblo de Almonacid por su patrimonio. El fondo de su obra es la hermosa línea del horizonte de Almonacid de Zorita.
Esperanza Magán, presidenta de ADASUR ha recordado que los grupos de acción local trabajan por el desarrollo de los pueblos, “pero los pueblos nacen de su propia gente, y la restauración del retablo es un magnífico ejemplo de ello, mostrando, además, la unión del pueblo con las fuerzas políticas e instituciones”.
Ian Parra, portavoz de la Hermandad promotora, daba las gracias “a la Virgen de los Desamparados por este proyecto que nos ha demostrado de los que somos capaces, si nos unimos y nos amamos” y aseveraba que “cuidar nuestro patrimonio es asegurar nuestro futuro”.
El párroco local, Justin Bolingo, mostraba su gratitud “a todos los que han colaborado por el motivo de la restauración del retablo, hasta llegar a su inauguración en este día histórico”.
La misa que servía de inauguración del retablo, puesto que tiene un fin cultual, fue engalanada musicalmente por el Ensemble Quadrivium. Al terminar, y por cortesía de la Hermandad, se sirvió un generoso vino español, con la actuación en la Plaza de la Iglesia, de la solista Lorena Jamco.
La historia de la restauración
El retablo fue trasladado el pasado mes de octubre desde el Convento de la Concepción hasta la Iglesia de Santo Domingo de Silos, en un delicado estado de conservación.
Alvaro Sarmiento hizo suyo el proyecto, dedicándole infinitas horas de trabajo, hasta conseguir el maravilloso resultado que han podido admirar ayer, por fin devuelto al culto, con gran orgullo, los vecinos de Almonacid.
Sarmiento ha trabajado durante más de cinco meses en el interior del edificio. Una vez terminado el proyecto, el restaurador montó el retablo, pieza a pieza, en su ubicación definitiva, concretamente, en la nave del Evangelio. El joven profesional confiesa ahora “estar en una nube. Estoy que no quepo en mí”, describe el chaval después de ver el resultado, con sensaciones contradictorias. “Por una parte, es muy gratificante verlo terminado, pero también tienes la sensación de que debes despedirte de él. Por lo tanto, hay que iniciar una fase de desapego, porque cuando lo entregas, pasas a un segundo plano”, explica.
El tratamiento de restauración ha sido extraordinariamente laborioso. Álvaro ha aplicado toda su sabiduría y energías al proyecto, pero sobre todo, mucho cariño. Ha tratado cada una de las 19 piezas que, una vez ensambladas de la mesa al ático, componen el retablo, con el mismo mimo, delicadeza y esmero sin tener en cuenta la posición menos visible de algunas de ellas para el espectador. “Está todo estucado y dorado, hasta el marco superior. Y esto se nota en el acabado final del retablo”, señala.
Alvaro no ha tenido ninguna prisa para terminar la restauración. Ha preferido culminar un trabajo de calidad. “Cuando emprendes un proyecto así, no se puede correr. Lo que se busca no es un beneficio económico. Tratamos una obra que nos va a trascender, y no somos quien para quitar el derecho a alguien, dentro de cien años, de poder disfrutar de unos centímetros menos de dorado original, por dedicarle menos tiempo al sentado de las diferentes capas, o por no limpiarlo bien”, explica Sarmiento.
En todo caso, su trabajo no ha sido recuperarlo tal y como fue en su día. “Eso es imposible, y, además, no es preciso borrar todas las señales del paso del tiempo, que también le aportan a la obra el valor de la antigüedad. De lo que se trataba era de frenar su deterioro, recuperarla de su abandono y darla a conocer. Y creo que lo hemos cumplido”, señala el restaurador.
La mayor complejidad de la restauración ha sido el sentado del color. “La principal patología que tenía este retablo, y la fuente de todas las demás, era su estado de abandono durante treinta años. El lugar donde se hallaba tenía mucha humedad en invierno y mucha sequedad en verano. Las fluctuaciones de temperatura, algunas muy bruscas, la acción de los insectos y otras, afectaban en gran medida a la madera. El aparejo de yeso y cola que recubría el retablo -el modo tradicional de dorar- no había podido seguir sus dilataciones y contracciones y estaba completamente separado de la madera”, señala Álvaro. Por lo tanto, el restaurador tuvo que emprender un larguísimo proceso para completar el sentado de este recubrimiento.
La parte más romántica del trabajo es que el restaurador, durante cinco meses, ha estado en contacto directo con la historia. “Cuando estás trabajando, desde la minuciosidad de lo que haces, retrocedes en el tiempo casi 400 años, hasta el último tercio del XVII, y mientras pasas el algodón por el estuco, piensas en qué mano sería la que utilizó la gubia para grabar el yeso”, explica Álvaro.
El autor del retablo es anónimo, pero resulta evidente que en su construcción intervinieron varios artesanos de taller especializado en retablística. “Hemos llegado a la conclusión de que es un retablo madrileño, cuya manufactura no está lejos de la obra de Sebastián de Benavente o de Herrera Barrionuevo”, afirma. Sebastián de Benavente fue un maestro arquitecto activo en Madrid, especializado en la traza y realización de retablos. A Sebastián de Benavente se le documentan numerosos retablos, en buena parte perdidos, casi siempre comisionados por conventos franciscanos.
Alvaro tiene una visión de conjunto del retablo, pero está especialmente orgulloso de la mesa de altar. “Su restauración es la que más se ha alargado en el tiempo. En ella, el trabajo de sentado del color y de limpieza ha sido muy dificultoso. Tenía capas y capas de cera, fruto de las sucesivas restauraciones que había sufrido”, explica. El retablo es la primera obra completa de Álvaro como profesional autónomo. “Creo que he puesto mi listón muy alto”, termina.
El retablo tiene un fin cultual. Por eso, y como la restauración la ha emprendido la Hermandad de la Virgen de los Desamparados, en su centro está la sagrada imagen de María Santísima de los Desamparados. Así pues, la única imagen de culto superviviente a los sucesos de 1936 en Almonacid esta cobijada por el único retablo original que posee el pueblo, compartiendo ambos época y estilo.
Ian Parra, portavoz de la Hermandad, describe en su discurso un “impresionante” sentimiento de satisfacción de la Hermandad. “Hemos conseguido, con ayuda de todos, algo que parecía imposible, y que nos llena de agradecimientos, en primer lugar a Alvaro, el restaurador, que ha tenido una paciencia infinita para culminar un trabajo excelente, pero también para los voluntarios de la Hermandad y en general del pueblo de Almonacid, al grupo de desarrollo rural ADASUR, que ha financiado las obras, al Ayuntamiento, que nos ha apoyado en todo, y especialmente en los momentos más duros, y a la Diócesis, que al fin y al cabo, es la propietaria del bien”, afirma.
El marco superior estaba concebido para recuadrar una pintura, que se ha perdido y no se sabe qué representaba. Cabía la esperanza de encontrarla detrás, cuando se desmontó el retablo para su recuperación. No fue así. Por ello, la Hermandad decidió encargar a Miguel Zorita, un pintor consagrado de la comarca, concretamente de Brea de Tajo (Madrid), la obra que ahora se ha insertado en el ático de la pieza restaurada.
“Le pedimos una Virgen de Desamparados, que llenase ese hueco dejado por la desaparición del lienzo superior, que representase el auxilio de María sobre la humanidad. Cada escena cuenta una historia, y para darle mayor verosimilitud, se ha basado en modelos del siglo XVI y XVII. Ha logrado una obra maestra, que es apta para culto. La Hermandad quería aumentar la riqueza devocional y patrimonial, y también cultural, en el que pensamos que es un gran acto de devoción de Almonacid en el XXI a nuestra Virgen”, señala.
Miguel Zorita señala que el enclave al que está destinada esta obra “es un honor para mí”. Su cuadro está inspirado es en el estilo de otro alcarreño, el pintor nacido en Pastrana, Juan Bautista Maíno, el paisaje es el horizonte de Almonacid, la posición de los personajes, los colores, y muchos otros detalles del cuadro muestran la temática del retablo: la Virgen de los Desamparados, e incluso en los libros que se pueden contemplar a un lado del cuadro, hay una pequeña mención al padre Jofré, que es el que inicia la devoción por esta advocación mariana.
El retablo
Se trata de una obra de arte está construida en madera de pino de Soria, enteramente dorada. Se compone de un cuerpo principal, que data del siglo XVII -con sotobanco, banco y ático-, y una magnífica mesa de altar de estilo rococó, fechada en el siglo XVIII.
Muy destacable, dentro del cuerpo principal, es el exquisito guadamecí (cuero repujado y policromado) que cubre sus cuatro cajas. Singular técnica con contados ejemplos en arte sacro, que lo convierten en una muestra única en nuestra provincia. También interesantes los motivos decorativos alegóricos, con influencias orientales, que lo decoran.
En el ático llaman la atención las dos pequeñas columnas, con estofados y policromos capiteles, cuya técnica hace pensar que son un añadido más antiguo que el propio retablo, del siglo XVI.
El retablo fue colocado en la iglesia del Convento de la Concepción al regreso de las monjas Concepcionistas Franciscanas, tras la Guerra Civil -alrededor de la década de los 40 del siglo pasado-. Se presupone que fue la respuesta al extravío del anterior retablo renacentista. Su procedencia y autoría son desconocidas. Lo que sí se puede afirmar es que esta pieza es única en Almonacid ya que, en la actualidad, solo queda este retablo original, de época.