La crecida del río Henares de estos días, con la visible inundación de su ribera, sobre todo, a su paso por la ciudad de Guadalajara, reafirma la preocupación de las organizaciones por las ocupaciones de su zona de inundación.
El Parque del Henares no es la única construcción con un impacto directo y visible sobre la dinámica del río. En 2014, se iniciaron unas obras a la altura del punto de la Ronda Norte para “recuperar el antiguo cauce” del río, cambiando totalmente su trazado natural. Estas obras no se llegaron a concluir, a pesar de ser autorizadas por la Confederación Hidrográfica del Tajo, tras la oposición y la denuncia de ambas organizaciones.
El Parque Fluvial del Henares remonta su construcción al año 2018, y desde el inicio, contó con el rechazo de ambas organizaciones y con una gran parte de la ciudadanía de Guadalajara, que veían que, además de innecesaria por contar esa zona con un parque y espacio para su ampliación, era también un agresión sin precedentes a la ribera del río. Todas las protestas se basaron en que, por su dinámica natural, las aguas volverían a subir e inundarían lo que encontraran en su camino.
Los acontecimientos recientes son la crónica de una inundación anunciada. La primera riada del Henares ha cubierto buena parte de la superficie de la zona acondicionada. Aunque el mobiliario del parque (columpios, toboganes, mesas y bancos) no se ha visto afectado, todo lo demás –miradores, farolas, el firme del camino- está bajo las aguas del Henares.
Lejos de la opinión del Ayuntamiento de que esto es un proceso reversible de nulo impacto, hay que destacar dos aspectos fundamentales. En primer lugar, la impermeabilización del suelo con materiales compactados ha producido fenómenos muy conocidos como el aumento de la velocidad en la zona por disminución de la rugosidad y, por otro lado, la falta de infiltración en la llanura de inundación. Ambos aspectos han hecho que la ribera haya perdido su capacidad de tamponar las avenidas ordinarias y extraordinarias aumentando su capacidad destructiva. Además, como la turbidez de las aguas demuestran, los sedimentos van a cubrir buena parte de la zona ajardinada y las zonas de drenaje e iluminación, cubriéndolo todo de una capa de barro y arena que hay que limpiar, pues supone un impedimento para el uso normal de las instalaciones y los drenajes.
Cabe resaltar también el fracaso de la política ambiental en las zonas inundables de las riberas que lleva a cabo la Confederación Hidrográfica del Tajo, que se ha limitado a señalar zonas del Dominio Público Hidráulico que no deberían estar afectadas por las obras, o impedir asentamientos poblados, pero olvidándose del papel medioambiental y de regulación hidrológica que realizan las riberas.
Hay que recordar que el gasto final del proyecto ascendió a un millón y medio de euros, a los que habrá que añadir el gasto extra de mantenimiento de equipamiento y limpieza cada vez que haya una riada. Y todo a costa del dinero de los contribuyentes.
Las fuertes nevadas y las lluvias de este invierno han llenado los embalses, y han provocado consecuencias naturales propias de la dinámica de los ríos. Las organizaciones recuerdan que es necesario dejar de pensar en los ríos como parques o como zonas adecuadas para construir urbanizaciones y polígonos industriales, ya que, los ríos terminan por recuperar su antiguo cauce.