Este hecho tan importante hay que agradecérselo principalmente, a la labor de algunos pioneros en el mundo de la conservación como fueron José Antonio Valverde, Francisco Bernis o el mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente. Los dos primeros por su papel como investigadores y científicos, y en el caso del “amigo Félix” por su inolvidable labor de divulgación, que ha significado tanto para posteriores generaciones de naturalistas.
De esta manera se reconoció el importantísimo papel que tienen estas aves en la conservación de los ecosistemas, y de la relevancia que tienen para el conjunto de la biodiversidad. El equilibrio en el medio natural depende en gran parte de estas aves, y se puede afirmar que sin ellas proliferarían otras especies generalistas y oportunistas, causando en la mayoría de los casos graves problemas, por ejemplo daños en las comunidades vegetales, cultivos o transmisión de enfermedades.
¿Quién no ha admirado alguna vez el majestuoso vuelo de un ave rapaz? Y en consecuencia ha podido sentir esa mezcle entre envidia y admiración al observar la capacidad de volar que tienen estas y otras aves. El poderoso batir de sus alas o el planeo sin apenas esfuerzo aprovechando las corrientes térmicas, ambas características no dejan indiferente a la mente humana.
Hay varias maneras de clasificar a las aves rapaces, y esto se puede hacer desde el punto su orden taxonómico, hasta en función de su ecología, ya sea por los hábitats donde viven, por sus requerimientos alimenticios u otras diversas cuestiones de su biología. Aunque habría que partir de una división importante y básica, que es la que distingue entre las especies que principalmente tienen su actividad de día, y las que la tienen por la noche.
Otra división generalista de rapaces sería la que diferencia las aves rapaces que necesitan de cazar a sus presas para comer, de las que se alimentan de animales muertos, también llamadas carroñeras o necrófagas.
Pero si se trata de facilitar su entendimiento, la mejor forma puede que sea el agruparlas por los ecosistemas donde se pueden encontrar. Así de esta manera se puede decir que hay rapaces rupícolas, forestales, esteparias, etc. Aunque en este caso no se trate de una ciencia exacta y las aves a veces se adaptan y modifican sus hábitos en función de sus necesidades, teniendo como primer objetivo la supervivencia.
La Sierra Norte de Guadalajara cuenta con una nutrida representación de aves rapaces, debido a que el territorio que conforma esta comarca ofrece la tranquilidad necesaria y el suficiente alimento, para completar los ciclos biológicos de muchas especies.
Las carroñeras cuentan con buena representación de los buitres ibéricos en la sierra, excluyendo al quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), se pueden encontrar algunas parejas de alimoche (Neophron percnopterus), siendo esta la especie de menor tamaño. El más común es el buitre leonado (Gyps fulvus), que presenta una buena población, con nutridas colonias en los farallones rocosos de casi toda la provincia. El buitre negro (Aegypius monachus) en los últimos años, ha comenzado a colonizar en este territorio serrano, gracias a la expansión de la vecina población madrileña. Este grupo de aves realiza un papel primordial eliminando los cadáveres de animales, que pueden ser focos de enfermedades en el medio natural y evitando posibles infecciones al ganado o a humanos.
Lechuzas, búhos, mochuelos, y otras nocturnas de un total de siete especies habitan los distintos rincones del medio natural y rural de la serranía de Guadalajara. Representan prácticamente la totalidad de las especies que se reproducen en la península ibérica, y cuentan con una biología y forma de vida nocturna, que las convierte en seres misteriosos para los humanos, pero que ocupan un lugar primordial, como tantas otras especies, en los ecosistemas.
Es imprescindible conocer que la gran mayoría de estas aves se alimenta de pequeños roedores, y algunas de ellas también de insectos, lo que las convierte en excelentes amigos de los seres humanos, representando un papel fundamental en el control de plagas agrícolas y eliminando muchas veces animales que son muy molestos para nuestra especie.
Posiblemente la especie de rapaz nocturna más escasa en la región y que presenta mayores problemas de conservación sea la lechuza común (Tyto alba), ya que se ha visto muy afectada por el uso de plaguicidas en su hábitat natural, principalmente relacionado con las áreas de media montaña, con presencia de zonas urbanas y campos de cultivo.
Una de las comunidades de rapaces más llamativas son las que usan los cortados rocosos para nidificar, en estos ecosistemas rupícolas se puede encontrar un buen número de especies de interés como son el águila real (Aquila chrysaetos) y el águila perdicera (Hieraetus fasciatus), ambas especies representan al grupo de las águilas de mayor tamaño, junto con el águila imperial ibérica (Aquila adalberti) y a la culebrera europea (Circaetus gallicus), pero siendo estas dos últimas rapaces forestales.
También en los roquedos y conviviendo con las anteriores se pueden encontrar otras especies de menor tamaño, pero no por ello menos importantes, como son el halcón común o peregrino (Falco peregrinus), el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) y algunas especies de nocturnas como el búho real (Bubo bubo) y el mochuelo europeo (Athene noctua). Cada una de estas ocupando su lugar en el espacio rocoso y normalmente conviviendo con cierta armonía.
La Sierra Norte de Guadalajara es un paisaje predominantemente forestal, con una gran variedad de bosques compuestos por pinos, robles y encinas principalmente. Estos espacios arbóreos suponen el hábitat principal de otro gran número de especies de rapaces que prefieren hacer sus nidos en plataformas sobre árboles. Nos referimos a especies como el milano real (Milvus milvus), el águila calzada (Hieratus pennatus), el busardo ratonero (Buteo buteo), el azor (Accipiter gentilis), el gavilán (Accipiter nisus), y otras especies más escasas como son el abejero europeo (Pernis apivorus) y el alcotán europeo (Falco subbuteo). Estas especies también se disponen en el paisaje forestal de diferente manera, acomodándose en estratos de diferente altura o utilizando especies arbóreas o diferentes densidades forestales. También los caracteriza su forma de cazar, prefiriendo unos la caza en la espesura y por sorpresa, como son los azores y gavilanes, y otros la observación desde posaderos o en campo abierto.
Las rapaces esteparias, que pueblan algunos de los campos de cereal que se encuentran en las estribaciones de la Sierra Norte, quizás sean las que en el momento presente se enfrentan a mayores problemas de conservación. El aguilucho pálido (Circus cyaneus) y el aguilucho cenizo (Circus pygargus), aves especializadas en la caza de micromamíferos y que actúan como control de plagas natural para la agricultura, cada año ven como sus poblaciones merman. Es imprescindible aplicar acciones de salvamento para los pollos de estas especies que nidifican en el suelo y que la mayoría de los años mueren bajo las cuchillas de las cosechadoras. No hay que olvida al pequeño cernícalo primilla (Falco naumanni) que se alimenta de grandes insectos como son los ortópteros, actuando también de controlador biológico de plagas.
Sobra decir que todas las especies de rapaces están protegidas, estando integradas en distintas categorías de amenaza en función del estado de sus poblaciones, ya sea a nivel global, estatal o regional.
Es necesario conseguir un consenso entre población local, administraciones y diferentes colectivos sociales, para evitar conflictos entre los distintos intereses, siempre desde la perspectiva de la conservación, el cumplimiento de la legislación vigente, un correcto desarrollo rural y de la actividad agrícola y ganadera.
Los planes de recuperación de especies son herramientas diseñadas para la inversión en la conservación de especies que lo necesiten, con el objetivo de preservar una biodiversidad necesaria para la salud del planeta, y conservar un rico legado natural para las generaciones futuras.